La explosión de Los Fénix Bush in Action julio 29, 2019 Crónicas, Música, Reportajes 6967 Más de 50 canciones grabadas en cuatro discos cuentan la historia de un conjunto musical renacido de las cenizas para los 100 años de Chuquicamata en 2015, despertando una serie de preguntas sobre un fulguroso pasado de éxito en los sesentas y setentas, encabezado por la biografía de un guitarrista al que extrañan y ya no saben de él: Ricardo Pérez. De él hablan quienes lo acompañaron en el inicio de su vuelo por la música. Por Bryan Saavedra, desde Calama Auténticos vuelos musicales guitarreados muestran las canciones de Los Fénix. Resumen un pasado de escenarios en Chile y Bolivia. Venciendo la voluntad de una familia, desafiando los estereotipos mineros del desierto por una vida de arte. Logrando entrar en la vida de miles de personas en un lugar en el que ya no vive nadie, Chuquicamata, donde hace 53 años nacieron Los Fénix (1968-1976). Desde niño Ricardo Pérez Montalvo mostró curiosidad por la guitarra. Su sangre lo determinaba: su madre tocaba ese instrumento, su padre también junto al acordeón. Fue el noveno en el árbol de 12 hermanos. Los más grandes habían pasado los años 40s y 50s en bailes, tocando corridos y cuecas, impresionando a mujeres casadas que se iban con ellos. La mamá no quería eso, se los reprochaba a los más chicos, Ricardo y el que lo seguía, Héctor, amenazándolos al lado de la cocina a leña. Mostrando la cicatriz que le dejó el atizador, Héctor Pérez, décimo hermano de esa familia, cuenta que apenas desaparecía el padre y la madre iba a la pulpería de Chuquicamata, Ricardo agarraba la guitarra y usaba el ingenio para crear horarios de intimidad con ella. -Ricardo iba a dormir a otro lado y por no calcular bien las horas cayó al hospital, le dio la progresiva y le sacaron líquido de los pulmones, le dieron el alta y se encerró en el baño poniendo como condición que saldría sólo si le pasaban una guitarra, y de esa vez que quedó con permiso- recuerda Héctor Pérez. CON LA GIBSON. Rubén Sapiaín, en la foto, formó Los Tabacos luego del fin de Los Fénix, en 1976. Echándole cuerda a una vitrola Ricardo estudiaba en las noches. “Se ponía un poncho bien grueso que tenía, se metía abajo para que no escuchara mi papi porque el viejo era muy estricto. Imagínate, así él desarrolló su potencial, porque cada uno tenemos nuestro potencial y si no lo desarrollai te quedai ahí no más”, comenta Héctor Pérez. Ya a los ocho años, instruido por su hermano mayor, Domingo, mejoraba su técnica en una época en la que los oídos se deleitaban con el sonido de tríos musicales (tres guitarras o dos y un bajó más tres voces). Fueron conocidos por este estilo Los Panchos, Los Tres Reyes, Los Tres Ases, etcétera. Así un Ricardo de 16 años llega a formar parte de Los Nortinos, viaja con ellos a Santiago a grabar por primera vez durante dos meses. Vuelve al norte a terminar el servicio militar para luego retornar a la capital con otro trío liderado por los hermanos Arriagada. -Allá en Santiago fue cuando empezó el asunto de traer grupos de Santiago y él vino para acá con Los Lyons, ¿y sabí quiénes eran Los Lyons? Luis Dimas y Los Twister después- relata Héctor Pérez. Pero la etapa de formación estaba en otra capital: Lima, donde Ricardo pasó alrededor de 10 años estudiando música y guitarra clásica. Allá también conoce a Enrique Lynch, un influyente músico salsero argentino. En ese tiempo muere su madre y no alcanza a volver a Chile, porque un accidente en vehículo lo detiene llegando a Tacna. -Él estudió en el Conservatorio de Lima, donde tuvo grandes maestros muy buenos ahí, guitarristas. Por eso cuando estuvimos en Bolivia le decían tócate un vals peruano y como tenía oído y yo le hacía igual la quimba (tum tum bah, tum tum bah, tum tum bah) y re complicado. Y le decían: “No, tú eres cholo, no eres chileno, cómo vas a ser chileno, qué chileno va a tocar como nosotros, tú eres cholo”- dice Héctor Pérez. Las dudas sobre el paradero de Ricardo suman en la cabeza de su hermano. Llegan cartas de Arequipa, Puno, Lima, Tacna. No sabe dónde está y decide ir a buscarlo. Recorren el país con su hermano menor, apodado Papila, hasta dar la vuelta y llegar de nuevo a Tacna, donde una médica china les entrega una dirección. Cuenta Héctor que Ricardo vivía en un conventillo con cortinas separadoras de ambientes. Sintió pena por la situación de él, quien en ese tiempo trabajaba con su guitarra acompañando a un pianista por las noches en el local de un enano, El Dandy. Cuando llegaron a la dirección Ricardo enseñaba música a unos muchachos. Todos salen para facilitar el reencuentro. -Pasamos con mi hermano y fue re lindo porque nos vio y se puso a llorar, sí cuántos años estuvo, 10 años afuera- rememora Pérez. Pero su hermano no volvería a Chile aún. Los deja en Arica y de vuelta a la vida normal, sin embargo, Ricardo no sabía que su hermano cantaba y ya era bajista de una banda, Los Coppersons. EN COLORES. Los Fénix fueron conocidos en el extranjero, sobre todo en Bolivia. RETORNO A LAS CENIZAS ¿Cómo parte la banda chuquicamatina más popular de su historia? En la pieza del patio de una casa ensaya el Trío Antifaz. Adentro están Ricardo Pérez, Héctor Pérez, conocido como el Angelito y Rubén Sapiaín, el Oso. -Ya Angelito, toca- le dice a su hermano frente a un espejo-. Ya a ver cómo tocai (él obedece y toca el bajo). Mira cómo te veí (Angelito nota que se ve “esparramado con las piernas abiertas”). No poh, tienes que tocar así: pone un pie más adelante, junta los pies, ándate acomodando, así mira. Mira tienes buen perfil y además atrás se te hace como un casco romano, tení que tocar así de ladito, esa es tu parada. Los tres conocían los cerros de Chuquicamata, el mineral que después apareció en la portada de sus discos. Un lugar con una comunidad alegre, entusiasta con la extracción del cobre, donde crecen junto a miles más hasta el gran traslado de 2003 a Calama. La mina pasaría por encima de sus hogares, ya sepultados. En 1967, a tres días de terminado su servicio militar, Rubén Sapiaín, parte con su amigo, un Ricardo recién llegado de Lima a Antofagasta en busca de integrantes para una banda, pero fracasan. Sabían por los músicos y datos de la época que a Bolivia estaban llegando instrumentos japoneses y norteamericanos. Van hasta allá, pero nadie se les une. Los bolivianos querían un sueldo fijo y en dólares, algo imposible. De vuelta a Calama integran a Angelito en el bajo, a quien Ricardo escuchó cantar en la casa de Rubén por una casualidad inventada por su hermano menor, Ernesto, quien había sacado a Angelito y Oso de un casamiento en el que tocaban. Angelito inicialmente deseaba ser el saxofonista del conjunto. RICARDO PÉREZ. Independientemente, el músico grabó un longplay con sus composiciones. Ricardo integra al repertorio bolero y convencional de un trío musical canciones de música clásica como “Czardas” de Vittorio Monti y “El Vuelo del Moscardón” de Nikolái Rimski-Kórsakov, también ensayan “La Bamba” y temas de la película Zorba, el griego (1964), caracterizada por sus aceleraciones en el pulso, las cuales influirían y serían parte de los punteos guitarreros de Los Fénix. En una helada casa de la población Gustavo Le Paige de Calama con un mueble adornado sólo con un cuadro de Los Fénix, Héctor Pérez recuerda la historia del grupo. Su piel y lunares muestra el desgaste del paso de los años, pero la llegada del ocaso lo disimula. Queda todo a oscuras… Entonces enciende la luz y se le observa sobre uno de los sillones que dan la bienvenida a su hogar. Más al fondo una cortina oculta a su esposa, Rosita, quien padece de una grave enfermedad. Dos sillas de rueda dan cuenta de las rutinas por las que pasa Angelito cuidándola. Así lleva su vida el antiguo bajista de Los Fénix. -Yo creo que él ya pensaba que tenía que ser un hombre que lo reconocieran, que él tocaba bien, <<yo quiero grabar y quiero ser un cantante que me conozcan>>. Él tiene que haber sentido eso, <<si yo toco mejor que todos>> ¿entiendes?, <<si yo ya toco quiero ser nombrado como Ricardo Pérez>>, ese tiene que haber sido su sueño, fue de chico ese su sueño- dice Angelito. Afuera ladran sus perros de vez en cuando. Ensayaban entre seis y ochos horas al día. Se quedaban hasta tarde muchas veces mientras las composiciones eran encabezadas por Ricardo y Rubén hacía de cantante de covers de rocknroll como “Satisfaction”. Una noche, cerca de las tres de la madrugada, llegó Ernesto Pérez algo ebrio a esa pieza. -¿Oye pero por qué tomai tanto, qué te pasó?- lo regaña Ricardo. -Niños ya tengo el nombre de cómo se van a llamar: Los Fénix. -¿Los Fénix, de dónde lo sacaste? ANGELITO Y SU BAJO. Lo tiene del 67, lo compró en La Paz, Bolivia. Es de fábrica japonesa y marca Guyatone. Dice que hay otro de estos bajos que lo usaba el bajista de Oscar Arriagada, creador junto a René Calderón del «Twist del Esqueleto». -No sé poh, estaba buscando en el diccionario y dice que el ave fénix es la que renace de las cenizas. Con ese nombre vuelven a La Paz a comprar instrumentos y se quedan casi un año lleno de éxito. Consiguen tocar en Radio Méndez, donde son un éxito y terminan dando autógrafos afuera. El mismo día se presenta Ernesto Cavour (el padre del charanguista Coco Cavour) diciendo que es su tío, porque conoció a su padre en Chuquicamata. Se los lleva al barrio Obrajes y les presenta al baterista Carlos Escobar, quien se les une. Después el cuñado del tío, Roberto Gardines, los lleva a Cochabamba, donde tocan acompañando a extravagantes números como un faquir con una cama de vidrio. También conocen a gente importante, como el poeta Javier del Granado y el violinista Jaime Lareo. Hasta al Presidente René Barrientos que los invitó a presentarse en el casamiento de su hija. Héctor recuerda que algunas veces terminó dándole a las cuerdas del bajo en el suelo de emoción mientras Ricardo tocaba encima de Oso. -Los tres teníamos buena presencia, éramos bonitos y de la misma estatura casi, usábamos chasquillas como los Beatles y nosotros no solamente entrábamos por acá (se toca la oreja) también por acá (pone dos dedos apuntando a sus ojos), hacíamos espectáculo y teníamos uno para matar que era “La Bamba”. Decíamos “¡bamba bamba bamba!”, levantando los instrumentos, haciendo los pasos- rememora Angelito emocionado. El mismo tipo de aventuras se repetiría por otros tres meses en Sao Paulo, Brasil. GRABACIONES Y RUPTURAS De vuelta a Chile son un éxito en Chuquicamata y el norte. Las presentaciones impresionarían al público de lugares como el Chilex Club, Club Obrero, Social Club; en Calama El Arriero de Juan Soto, Estadio Techado, Cine Municipal y el Parque El Loa, a ver a estos jóvenes vestidos con brillosos pantalones de cuerina, camisas de lamé negra y chaquetas rojas con una F en el corazón, porque la banda se inició con una potente propuesta en vivo y una vida de concierto en concierto. Posteriormente aparecerán bandas como Los Incognitos, Los Fender, Larga Travesía, Los Cumbianeros, Extraña Dimensión, Siglo Cuarto que forman parte de la escena musical de Calama y Chuquicamata. Entonces viajan a Santiago a grabar “Con las Manos en la Biblia” y “Czardas” de Monti y antes del primer disco, Baile en el Mineral, Angelito deja de ser parte de la banda, porque “no quise ir a la grabación, porque ya empezamos a tener problemas con mi hermano”. Y complementa: “Me humillaba mucho, yo le aguanté muchas cosas. Después yo le decía al Señor por qué hice esto, si era mi hermano. Si yo le había aguantado mucho, había peleado por causa de él cuántas veces”. Sería el primero en irse de los 36 músicos que pasaron por Los Fénix. A diferencia de Angelito, Rubén Sapiaín grabó en todos los discos de la banda como segunda guitarra. Muestra los CD en su casa de Calama, donde poza para las fotos con su guitarra Gibson, con la que tocó para el aniversario de los 100 años de Chuquicamata con Los Fénix, pero sin ninguno de los hermanos Pérez. -Los discos los grabábamos todo en vivo, tenías una falla, todo de nuevo y no era como ahora que pinchai y que pincha-pincha cuando te equivocai. No había ni metrónomo ni afinador. Había que afinar por el piano- se acuerda Sapiaín. -¿Usaban pedales o la guitarra iba directo al amplificador? SAPIAIN. Actualmente el hombre vive en Calama, junto a su familia. -El 67 no todavía, después el 69 me compré un desfasador, un distorsionador, pero al final no los usaba yo. Los usaba el Ricardo. Una vez me enojé y los vendí y ahí quedó el Ricardo, varios temas quedaron de lado. -¿Qué significó para usted tocar con Ricardo Pérez? -Bueno, el Ricardo es una maravilla, quién no quisiera estar ahí, todos querían estar al lado del Ricardo, tocar con Ricardo, pero había que echarle también para tocar al lado de él, porque era exigente. Ricardo dejó una escuela muy buena, por eso. Entonces por eso la gente le echa de menos. -Para los 100 años de Chuquicamata (2015) él no estaba y aparece usted con otros músicos en escena. ¿Cómo era llevar el peso de no estar con ellos y que la gente igual critique eso? -Es difícil, porque la gente siempre va a echar de menos a Ricardo, pero bueno cuando me he presentado siempre he tenido dos integrantes más antiguos de Los Fénix. Nunca he presentado solo, siempre con el Nelson Pérez, que no tiene nada que ver con Ricardo y Hernán Aguirre, que es el tecladista, con ellos me presento cuando me presento. -¿Y no ha tenido conflictos con Ricardo por ese tipo de cosas? -No y no creo porqué tenerlos. Si somos antiguos y nosotros formamos Los Fénix, somos los creadores. -¿Por qué se termina la banda el 76? -Ricardo era casado con Laura Legua y era celosa, entonces donde estaba Ricardo allá aparecía. Entonces teníamos la oportunidad de ir a México, un contrato y llegó la mujer a Bolivia, tuvimos que regresarnos a Chile, era muy pesa con Ricardo. -¿Qué hizo después de Los Fénix? –Formé Los Tabacos y grabamos tres cd. Después hice Los Tóxicos y ahora estoy de lutier. Luego de varias formaciones por las que pasaron músicos como: Fernando Gutiérrez, Germán Valencia, Javier Jorquera que ahora toca con Tommy Rey, Hernán Romero, Nelson Pérez, Hernán Aguirre, Ronald Ramírez, Eliseo León, Juan Borja, Francisco Vilca, entre muchos más Los Fénix dejan de tocar en 1976 tras grabar cuatro discos. A lo más vuelven a juntarse en 1978, pero desde ahí inician un receso hasta 2015, cuando se presentaron a la cabeza de Rubén Sapiaín. Posteriormente al 76 Ricardo continuó grabando discos solistas que muestra Sapiaín, pero se deja de presentar en vivo y forma una academia de músicos. De este proyecto se refirió en El Mercurio de Calama el 1 de julio de 2007, así: “Este talento que tengo para la música no es mío, es de Dios, por eso tengo que enseñarle a los niños que también lo tienen para que sean músicos destacados en el futuro”. De acuerdo a Rubén Sapiaín y Héctor Pérez hoy es difícil acceder a Ricardo Pérez, debido a una enfermedad que lo mantiene en su casa del centro de Calama, donde recibe a familiares y amigos para hablar de música y dar consejos. Su talento se reproduce en la música que sonó en radios de Chile y Bolivia. Incluso Baile en el Mineral está disponible en Spotify. MUSICA. La conocida banda de Chuquicamata terminó separándose en 1976. ¿Cómo llegó su música a Spotify? “Lo desconozco, yo creo que ni él (Ricardo) lo sabe, porque cuando le hicimos el homenaje el año pasado no estaba todavía en Spotify”, resume José Sánchez (31), director de orquesta, profesor de Educación Musical y director de la escuela de música Calambanda, perteneciente a la Corporación de Cultura y Turismo de Calama que en 2018 rindió homenajes (con 15 alumnos de nivel avanzado y profesores) a Los Fénix en Valparaíso, Calama y Chuquicamata en formato concierto, tocando el disco Baile en el Mineral. José fue alumno de Ricardo Pérez desde los 15 años y -a la vez- es su tío abuelo. Conoce la historia de Los Fénix y considera que la banda forma parte del patrimonio inmaterial del norte por su historia musical-popular, en la que fueron capaces de introducir influencias de música clásica y luego transformarla en canciones bailables para la gente de Chuquicamata. -Hay dos puntos importantes acá, porque lo primordial era la guitarra que interpretaba Ricardo Pérez y su nivel de ejecución es compleja porque es una ejecución muy virtuosa y basada en una técnica de guitarra clásica, porque él era guitarrista clásico, pero obviamente para grabar los discos y poder difundirlos y venderlos se tiró al ámbito popular con su guitarra eléctrica, la cual es conocida, pero él es guitarrista clásico y de muy alto nivel. Por otra parte el acompañamiento rítmico y armónico no es tan complejo, porque es más bailable, más de cumbia-explica Sánchez. En Santiago, en Estado Unidos, en Bolivia, en Calama y en muchos otros lugares la gente aún se encuentra con los discos de esta banda nortina que dejó una huella en la historia con las vidas de sus integrantes y un virtuoso guitarrista. El niño Ricardo que no se quedó tocando guitarra solo debajo del poncho. Que desafió la voluntad de su familia, viajó a aprender y volvió a entregar algo hermoso: la música, y que ahora muchos extrañan por ser el mejor guitarrista que ha tenido Calama y Chuquicamata, el ave fénix del norte chileno. Escucha «Baile en el mineral»: Hacer Comentario Cancelar Respuesta Su dirección de correo electrónico no será publicada.ComentarioNombre* Email* Sitio Web