Felipe Núñez Quillagua buscando la eternidad entre la infertilidad y la extinción Bush in Action diciembre 15, 2022 Crónicas, Crónicas Secretas de Antofagasta 864 Quillagua ha sido paso de antiguas culturas, escenario de la Guerra del Pacífico, abastecedor de las industrias salitreras del cantón El Toco; ha educado a sus hijos con la agricultura, principalmente la alfalfa, y los camarones que ya no existen producto del desarrollo de la industria minera. Sus habitantes cuentan porqué siguen viviendo ahí. Por Bryan Saavedra, desde Quillagua Fotografías de Felipe Núñez Las herraduras de El Patriota, uno de los últimos diez caballos que quedan en Quillagua, chocan contra el asfalto del pavimento de la calle, articulando una sonajera similar a un cencerro que se acerca a la plaza principal del valle que –en su auge de 1910 y 1920–abasteció a la industria salitrera mediante la producción agrícola de este bosque del río Loa previo a desembocar en el mar, donde la vida floreció con quechuas, aymaras y atacameños como punto de intercambio y luego con peruanos, bolivianos y chilenos peleando por un oasis contaminado que busca la reinvención, a través de relaciones comunitarias con empresas, o bien, tratando de recuperar la agricultura que alguna vez los caracterizó. El dueño de El Patriota es Guillermo Velásquez, quillagüino de 41 años. Saca agua de una botella para hidratarse luego de haberlo seguido desde la plaza hasta una parcela en la que pretende, junto a un grupo de amigos, sembrar choclos y plantar pasto. Muestra una máquina para extraer agua y relata que hace unas semanas trabajaron abriendo una pasada entre la vegetación hasta una poza que no suele secarse. El calor es abrumador entre la tierra suelta que se hace polvo mientras bajamos. Una vez ahí, todo es más estrecho. Las ramas de las paredes pinchan. Hace 100 años este valle angosto del Loa abastecía a las poblaciones de las salitreras del cantón El Toco: Buena Esperanza, Empresa, Grutas, Iberia de Sáez, Peregrina, Rica Aventura, Santa Fe, Santa Isabel, principalmente. Todas colindantes a Quillagua que brillaba por la producción de alfalfa, sus chañares, hortalizas, vacas, cerdos, cabras, conejos, patos, camarones y pejerreyes que permitían su interacción con la costa, que proveía de guano fertilizante. La madera de sus árboles fue empleada como carbón para calentar estos hogares y para crear las vías férreas que perduran hasta estos tiempos. “Es bonito acá, aunque no es lugar que históricamente ha sido muy bien tratado como cuando la otra vez contaminaron el río. Ahí estuvimos cualquier tiempo. La gente tuvo que vender el agua para poder salvar algo, aunque sea”, cuenta Guillermo Velásquez sobre su pueblo en el que estudian más de 30 niños en la Escuela G-15 Ignacio Carrera Pinto, la cual en 2005 tenía tres alumnos. POBLADO. El manchón verde que entrega el río Loa es insuficiente para la adecuada subsistencia. Guillermo relata que es monitor: cuida los territorios. Anda por arriba de los cerros que también suele recorrer con otros amigos a caballo. “De repente encuentras puntas de flechas, encuentras jarrones; estás para que las personas no los saquen, que los dejen ahí no más. Eso tengo yo que andar cuidando. Es por temporada, cada seis meses, cada tres meses. Es muy hermoso mi pueblo. Hay hartas partes para ir a mirar, para conocer. Las huellas que están para arriba, huellas de dinosaurios que hay”, dice guardando la botella de agua con cuidado, recurso que llega al pueblo desde María Elena y por la empresa SQM que instaló una planta desalinizadora, aún así escasea en los meses de verano. En la plaza Miguel Palape, quillagüino de 69 años, mira la estatua que recuerda la época de la abundancia de camarones, cuando llegaron junto a su familia desde Pica y no han vuelto a irse. Valora la tranquilidad: aún puede dejar su bicicleta afuera de la casa mientras trabaja en el negocio de áridos con sus máquinas. Le preocupa la falta de regularidad con las últimas tomas que se han instalado en el valle, donde están volviendo los niños convertidos ya en jubilados. “En mi niñez sacábamos muchos camarones y la alfalfa. Trabajé mucho en la agricultura yo, en el choclo con mi papá, pero todo el mundo trabajaba, porque Quillagua se auto abastecía, tenía su propia industria. Entonces se ganaba plata, llegaban carros nuevos, tractores cero kilómetro, todo llegaba nuevo y había plata; y después de la contaminación que creo que fue el 84…, el 97 fue una, ya de ahí Quillagua empezó a irse para abajo y cuando hicieron el Tranque de Conchi, ahí a Quillagua le pusieron la primera piedra. El que tenía más plata acá dijo: Quillagua no es más. Así que él vendió. Vendió los derechos más grandes que eran unos italianos, los hermanos Dassori. En ese tiempo de aquí de Quillagua salían, más o menos, como tres mil colisas mensuales de alfalfa en fardos, porque se enfardaba el pasto y ellos vendieron como el 67”, recuerda Miguel Palape. Por aquellos años, dice, el río era extenso y un canal traía 300 litros por segundo (l/s) y otro 150 l/s, derechos que terminaron en manos de empresas privadas y del estado disminuyendo el recurso esencial. “La gran minería es la gran responsable de todo esto y el mismo gobierno, porque ellos deberían haber aportado acá con electrificación y con agua potable como mínimo, haber dejado una jubilación a esa gente que perdió sus derechos de agua”, manifiesta Palape, quien vive en el poblado con su hija de 26 años y dos hermanas. AGUA. La empresa SQM posee derechos de agua por 269 litros por segundo en la comuna de María Elena para sus extracciones. El letrero se ubica al ingresar al poblado. HISTORIA. Miguel Palape cuenta cómo la industria ha afectado al poblado. Actualmente la empresa SQM, de acuerdo a información de la Dirección General de Aguas (DGA), ostenta derechos de agua por 962 l/s en la región de Antofagasta; en la comuna de María Elena acumula derechos por 269 l/s e implementan relaciones comunitarias con la Comunidad Aymara de Quillagua. En el 2000 la DGA comprobó que realizaban extracciones de aguas en lugares no permitidos y tenía construcciones ilegales en el río. “Mucha gente vendió sus derechos de agua cómo vender sus joyas, por necesidad tuvo que venderlos”, se lamenta Palape. “Hoy día hay mucha gente jubilada, nada más. Una que otra empresa que viene a hacer alguna obra. Incluso hasta las empresas, los contratistas que vienen de afuera ya no ocupan nada de Quillagua (…) Hoy día lo único que hay es un invernadero no más, donde hay un grupo de niñas, como unas socias. Tienen como una cooperativa y producen lechuga, las van a vender a María Elena, a eso se dedican”, argumenta hasta concluir rápidamente: “Está todo seco-seco- seco. No hay ni un cero por ciento de agricultura en Quillagua”. PATRIMONIO DESCONECTADO A principio del siglo XX el río Loa se puso a la altura del mundo industrial cuando en 1907 se construyó el Tranque Sloman a 18 kilómetros al sur de Quillagua, una central hidroeléctrica creada por Henry Sloman, empresario inglés que recientemente se había independizado y buscaba abastecer de electricidad a sus salitreras en el norte. En la obra trabajaron unas 300 personas por seis años logrando mejorar la calidad de vida de sus salitreras con alumbramiento de sus calles y casas. Hubo prosperidad, pero sólo hasta la Segunda Guerra Mundial y la invención del salitre sintético. El libro Chuquicamata, su grandeza y sus dolores, indica que para la población de Quillagua el tranque generó despoblamiento hacia Calama, sumando que en 1915, desde Chuquicamata la empresa The Chile Exploration Company de la familia Guggenheim, lo que hoy es Codelco, vertía residuos químicos en el Loa desde la Casa Verde, sección de la fundición de cobre, unos 50 l/s de ácido sulfúrico que llegaban a Calama contaminando todo el día hasta terminar su flujo en el mar. Las marcas en los objetos y paredes de la central hidroeléctrica evocan épocas pasadas y contemporáneas. Para obtener esta energía, hoy ausente entre sus ruinas lúgubres, se obstruyó el caudal del agua que pasaba cerca de las salitreras, acumulándola hasta generar una laguna de 4 kilómetros (con capacidad de guardar 2 millones de metros cúbicos de agua) y así controlar la caída y fuerza del flujo con un muro de 38 metros de presión, una locura a nivel internacional inaugurada en 1911 que se puede contemplar entre sus transformadores, motores, turbinas y aparatos de control hoy considerados como monumento nacional, aunque nunca se vinculó con Quillagua, la que continuó deteriorándose con las extracciones de agua del río paralelas a esto. ALTURAS. El antiguo tranque formó esta laguna de 4 kilómetros, antes de llegar a Quillagua, para generar energía hidroeléctrica. TRANQUE SLOMAN. La antigua estructura aún permanece acumulando agua del río Loa cerca de Quillagua. ENERGÍA. El agua que corre con presión por este flujo. El acceso a este lugar es algo dificultoso. PATRIMONIO. Estas ruinas industriales, abandonadas en el río Loa, son consideradas un patrimonio. DESOLACIÓN. Visitar el interior del Tranque Sloman es un auténtico viaje al pasado salitrero. TURBINAS. Algunas máquinas guardan polvo y se pueden ver ciertos tableros de la tecnología de esa época. La mayoría del lugar fue desmantelado. Henry Sloman (1948-1931), tras vender el tranque y sus salitreras a la Compañía Salitrera Tocopilla, en la década del 20 volvió a su natal Hamburgo, donde construyó -en plena crisis internacional- un edificio con forma de barco llamado Chile House en homenaje a nuestros país, el cual se convirtió en Monumento de la Humanidad. Entre 1954 y 1957 cerró, paulatinamente, la salitrera Prosperidad y la hidroeléctrica inició su cese de operaciones, dejando a 1.800 obreros cesantes que también pertenecían a Empresa y Rica Aventura, convirtiendo al tranque en instrumento para regular el cauce del río y repositorio de químicos que fue virtiendo la minería. En 1961 el Senado había solicitado al Ministerio de Economía tomar medidas para evitar el desmantelamiento del Tranque Sloman: “El pueblo de Quillagua cuenta con 650 habitantes y surte de productos agrícolas, especialmente alfalfa forrajera, a Tocopilla, Antofagasta y las oficinas salitreras. Al desmantelarse el tranque Sloman, los esforzados trabajadores de Quillagua verían desvanecerse una posibilidad concreta de progreso que ahora es real y poco costosa”. En 2017 los propietarios trataron de venderlo en una operación que no se concretó por ser un patrimonio nacional. “Para la gente de Quillagua el descalabro se inicia en la década del 80, el 81 particularmente cuando se instaura un nuevo Código de Agua en la dictadura. Entonces las empresas mineras tienen más poder para acceder al agua y después, ya en la década del 90, eso se acrecienta mucho más, particularmente con todo el poder que adquiere SQM”, comenta el historiador Damir Galaz, asociado a la Universidad de Tarapacá, quien considera que la empresa realiza una operación ideológica para coaptar a los pobladores con un paternalismo que busca que estén en silencio. En el 2000 el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) publicó un estudio que evaluaba la contaminación del río Loa entre los años 1997 y 2000, tomando muestras de estaciones abajo del Tranque Talabre, con las que determinó la presencia de xantanto (producto de procesos mineros) y concluyó que esto condicionó la calidad ambiental de las aguas de Quillagua. Antes, los agricultores podían darle hasta siete cortes a la alfalfa en el año. Después del xantato volaron las aves y mariposas. Algunas nunca más volvieron. Las crecidas del río han ido reflotando al xantanto del fondo, provocando la muerte de los sobrevivientes. SQM, sobre todo en María Elena, y Codelco, más nuevas industrias, continúan extrayendo agua del río, disminuyendo la capacidad de diluir contaminantes y revitalizar al valle que, paradójicamente, es un sitito prioritario de conservación de la biodiversidad. Claudio Castellón Gatica, concejal y director, en ese entonces, del Museo de María Elena, realizó una denuncia en marzo de 1997: “En el Tranque Sloman, en cuya represa existían aves, patos y truchas; ahora sólo hay muertos en gran cantidad”. El martes 11, del mismo mes, se había detectado la muerte de animales en este lugar, en el que el agua presentaba abundante espuma y un tono negruzco. Los habitantes dijeron que, a propósito de coincidir con el invierno altiplánico, las crecidas del río provocaban “una chocolatada” en el caudal con olor a barro, pero no habían visto estas manchas grasosas. El Gobierno Regional de Antofagasta, por esos días, insistió que no hubo presencia de xantato en el Loa. Aún no se determinan responsables. Después de eso en Quillagua intentaron seguir con la venta de carbón vegetal, pero la Corporación Nacional Forestal, CONAF, lo prohibió para proteger los bosques. Los pejerreyes y camarones de allí son especies extintas. CAMARONES. En la plaza del pueblo está inmortalizado uno de los principales productos del lugar, que casi no se ve. HABITANTES. Los dirigentes de la comunidad participan en relaciones comunitarias con empresas vecinas. En la fotografía César Castro. FUTURO EN KAYAC “Eso es algo que aún no podemos superar. Es un tema bien triste en la historia de Quillagua, porque eso fue un tema de subsistencia de las personas de acá, el camarón. Gracias a eso muchas familias se educaron, pudieron conllevar su desarrollo y eso también se produjo a base de los proyectos mineros, del descuido o no consciencia de estos proyectos, por ejemplo, en donde depositar sus residuos. Eso nos contrajo la situación a no tener nada ahora”, comenta César Castro, presidente de la Comunidad Aymara de Quillagua en la plaza principal con una chupalla en la que encajó sus lentes de sol. El agua, con el paso de los años, llega cada vez menos y más contaminada. La estructura del río está planeada estratégicamente para la actividad minera, ya que apozaron las aguas más dulces del Loa arriba, en el Tranque de Conchi, que entró en funcionamiento en 1975, dejando, desde Chiu Chiu hacia abajo agua más salada, del río Salado que se combina con el río San Salvador antes de María Elena, también salino. Ambos llegan al Tranque Sloman antes del valle angosto, aunque bien resguardado por la protección de las paredes del Loa, que rompe el desierto, viajando al mar, como una enorme y delgada serpiente; verde y acuosa, generosa como su historia. Castro participa en las mesas de trabajo que comúnmente organiza el estado y la empresa privada. Considera que hay oportunidades de desarrollo en las relaciones comunitarias. Hace poco lograron que haya luz eléctrica las 24 horas gracias a un proyecto fotovoltaico. “Mira por el tema del turismo el Tranque Sloman tiene un gran potencial para aprovechar (…) Imagínate implementar astronomía en el lugar, paseos en kayac, diversos tipos de deportes que se pueden hacer ahí, cuando el tranque claro tiene suministro”, relata. Guillermo Velásquez junto a El Patriota, tras recorrer varias calles, llegan cansados a la plaza donde nos conocemos. El sudor va cayendo en la tierra seca producto de la selección del progreso económico que, en los últimos años, no ha traído grandes infraestructuras ni educación al norte de Chile, solo más electrodomésticos y tecnología importada a los hogares, la cual en sus circuitos guarda el cobre de estas tierras. Guillermo ha salido adelante de sus problemas gracias a El Patriota en los últimos años. “Me cuesta que me cargue el Instagram acá, así que no lo uso”, dice después dar un giro con el caballo que le regaló su hermano. El Patriota siente dolor por las ramas secas incrustándose en la piel de sus extremidades mientras camina en medio de estos árboles y arbustos que se resienten a ser infértiles. Cesar Castro parece tener la respuesta a eso: “Tengo la fe de que, por lo menos, Quillagua va a vivir para siempre”. CAMPO SECO. Guillermo junto a El Patriota trabajan para devolverle la fertilidad al valle. 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