Felipe Núñez Freirina, diez años sin olor a caca Bush in Action diciembre 15, 2022 Crónicas, Economía y Negocios Turbios, Reportajes 1533 Casi medio millón de cerdos llegaron a estar en los galpones de Agrosuper -una de las principales faenadoras de carne de Chile- en una pequeña comuna de la región de Atacama. Fueron tantos que el olor de las piscinas saturadas de excremento terminaron afectando a todo el pueblo, llegando a un nivel en que ni la ropa se podía colgar porque el aroma a caca se pegaba. El desastre ambiental motivó lo que fue una de las primeras revoluciones ciudadanas de la década pasada y terminó con la empresa cerrando la planta. A una década, los protagonistas de aquel movimiento cuentan cómo han sido estos años lejos de los chanchos. Por Ignacio Araya, desde Freirina Fotografías de Felipe Núñez La media hora de camino que separa a Vallenar de Freirina es una larga recta rodeada de árboles y letreros que ofrecen quesos de cabra, pajarete y aceite de oliva, producto estrella del valle del Huasco. A su lado va serpenteando el río que, aunque lánguido en abril, es capaz de vestir de verde todos los campos de lo que se podría considerar la puerta sur del desierto de Atacama. El olor a hierba fresca y eucalipto desaparecen a medida que avanzan los kilómetros cuando hay que salir de la carretera para tomar la pequeña ruta hacia Hacienda Nicolasa, un poco antes de llegar a Freirina. Arriba, decenas de galpones vacíos y a medio oxidar no tienen más compañía que un peladero absoluto donde difícilmente sale una que otra mata de vegetación. “Echaron a perder la tierra”, apunta Andrea Cisternas, activista ambiental de la zona que camina nuevamente por las instalaciones donde antes nacían, se alimentaban y morían decenas de miles de cerdos de propiedad de Agrosuper, una de las principales faenadoras de carne del país y cuya planta bullía de actividad a comienzos de 2012. Acá ya no huele a eucalipto. De hecho, hay aroma a nada, quizás a tierra seca cuando el viento la levanta, lógico cuando hablamos de desierto. Pero hace diez años atrás, respirar en Freirina era un suplicio cuando el sol y los ventarrones les llevaba el olor de las pútridas piscinas de caca de los cerca de 500 mil cerdos que se apretaban en los galpones de la firma. Lo único que se mueve ahora en esta parte de las resecas lomas de Atacama es una camioneta blanca que sale de uno de los terrenos cercados. Andrea dice que puede ser de la empresa, que con nuestra cámara tomando fotos del lugar seguramente podrían preguntarnos de dónde venimos, qué hacemos ahí. Pero la camioneta no se detiene. Aunque Agrosuper dejó de operar aquí hace tiempo y el que fue uno de los principales conflictos medioambientales del país ya es parte de la historia, en Freirina todavía hay una pregunta en el aire. ¿Y si vuelven? PUEBLO VS. EMPRESA Como un Valparaíso en miniatura, las casas donde viven los cerca de 4 mil habitantes de Freirina parecieran trepar en forma de escalera desde el valle a los cerros. Salvo el centro del pueblo, las calles dan vueltas entre esas alturas y para el que no conoce, es fácil perderse. La vida se mueve entre la minería y la agricultura con la actividad que ofrece la cercanía de Huasco y Vallenar, las ciudades más grandes. Agrosuper presentó su planta de cerdos en 2005 como la más moderna de su tipo en Latinoamérica, y, por sobre todo, la más grande. La llegada de una obra de tamañas dimensiones fue una novedad en la tranquila vida del pequeño Freirina y decenas de personas buscaron –y consiguieron– pega ahí. Ese año ingresó su primer Estudio de Impacto Ambiental (EIA), calificado favorablemente por la Comisión Regional de Medio Ambiente en diciembre. Posteriormente, en 2006 hizo una modificación, también aprobada. BATALLA. Una lluvia de piedras impidió el paso de Carabineros hacia el pueblo, cercado por sus habitantes. ABANDONO. La agrupación Elige Veganismo publicó, a través de El Mostrador, esta foto que muestra el estado de los animales. Comenzó la década del 2010 y el olor a caca comenzó a notarse en el ambiente. Primero era algo que se sentía sutil, después era tema digno de conversación, al final todos en Freirina se preguntaban cómo evadirlo. Los niños de la escuela Emilia Schwabe ni siquiera tenían ganas de salir al recreo ni menos comerse la colación, recuerda la profesora María Angélica Cortés. –Tú abrías la sala de clase y era como cuando uno va al baño y hace sus necesidades, pero triplicada la hediondez. Cuando salía el sol era peor. No podías dejar la ropa tendida, porque la ropa salía toda olor a caca. Por eso que uno lavaba y entraba la ropa. Comenzaron las denuncias. El asqueroso olor, decían, se sentía principalmente en las mañanas y los días nublados cuando no corría el viento de oeste a este. Y si bien ya había visitado el lugar tres veces sin resultados (una de ellas con la comunidad), la Seremi de Medio Ambiente de Atacama recién detectó “olores intensos y ofensivos” en marzo de 2012. La profesora Cortés dice que incluso en Domeyko, pueblo distante a unos 80 kilómetros al otro lado de los cerros, se sentía el nauseabundo aroma del purín, nombre técnico para los desechos biológicos. –Hubo niños enfermos con problemas de hepatitis, pero nunca llegó a nada, porque todo se tapa, tú sabes que todo se tapa. La comunidad empezó a presionar a las autoridades de la época. Andrea Páez recuerda que esas primeras manifestaciones eran cacerolazos y reclamos a quien pudieran. En toda Freirina habían lienzos pidiendo que se terminara con los malos olores y después fue tanto, que comenzaron a pedir la salida de Agrosuper de ahí. –Cuando pasaba el viento era algo insoportable, si no se podía estar. No sé si no les hacían limpieza en los pabellones, pero al principio era en la mañana y después era diario. Mañana, tarde y noche, entre el olor y las moscas. Los vecinos organizaron cortes de ruta que terminaron en enfrentamientos con Carabineros. El más grande fue lo que después se llamó “Batalla de Tatara” a mediados de mayo, en que la comunidad enfrentó a una gran cantidad de fuerzas policiales, bombas lacrimógenas y el agua del “guanaco” que venía a reprimir las manifestaciones. Fue un día que cuentan con cierta épica: huasos laceando a carabineros, piedras volando, mucha confusión y gente corriendo, un «zorrillo» entre las llamas, gritos. Andrea Páez dice que vio a efectivos de Fuerzas Especiales asustados. Primera vez, recalca. –Y viene dos pacos a detenernos. Me dice ‘señora, usted no piensa lo que están haciendo, aquí puede haber un accidente, puede provocar una muerte’. No, le dije yo. Estamos luchando porque ya era mucho con el olor, ellos no pensaban que habían niños chicos, personas que se estaban enfermando. ACTIVISTA. Andrea Cisternas aún guarda la bandera que usaba por esos días. De fondo, la abandonada planta de alimentos a un costado de la ruta. REVOLUCIÓN. Los habitantes de Freirina recuerdan con orgullo episodios como la Batalla de Tatara. Andea Páez en la fotografía. Con la polémica encima, en junio entró un equipo de la Policía de Investigaciones a tomar muestras de suelo y del agua que tomaban los animales. En el análisis del líquido, los índices de mercurio superaban en 1.760% el rango comparado con la normativa para el agua potable. El informe detallaba que los cerdos toman entre 3,8 y 34 litros por día, y que la toxicidad del elemento les provoca vómitos, debilidad, ceguera, lesiones internas, entre otros. Sin embargo, apunta a que la presencia de mercurio se encontraba de forma natural en el suelo. Peor aún, si se abandonaban los chanchos a su suerte, podía existir una mortandad tan grande que el ministro de Salud de la época, Jaime Mañalich, temía convertirse en un desastre sin precedentes. “La muerte de estos cerdos en poco tiempo puede significar una catástrofe ambiental y sanitaria de enormes proporciones, por el proceso de putrefacción, porque hay que trasladar los restos a lugares donde no haya contaminación”, dijo a radio Bío- Bío. En internet comenzaron a circular fotografías del estado de los chanchos. El Mostrador citó a la agrupación Elige Veganismo, quienes habrían ingresado a los galpones para tomar imágenes de cómo se encontraban los animales. Cuando se revisó la Resolución de Calificación Ambiental, en noviembre, la autoridad ordenó a Agrosuper que se hiciera cargo monitoreando los olores, autorizando inicialmente 30 mil hembras reproductoras que podrían aumentar a 80 mil si iban cumpliendo con mitigar el problema. Al mes siguiente, la empresa anunció el cierre. PROPIEDAD El alcalde César Orellana explica que el conflicto con Agrosuper se trasladó de los chanchos a materias urbanas. La gran cantidad de terrenos que posee la empresa les impide avanzar con ciertos adelantos paraloshabitantes.Paraponer el ejemplo, pone un pequeño cántaro de greda en una mesa de centro que tiene en su oficina de la municipalidad. –La mesa completa es Agrosuper. Este cántaro es Freirina urbano. Orellana recuerda que hoy la disputa está en la regularización de la población José Santos Ossa, terrenos donde existiría poca claridad sobre el dominio del suelo. Según el alcalde, existen documentos que acreditan la propiedad fiscal de una franja, pero la empresa afirmaría, dice, que es suya. Para él, es una batalla de David contra Goliat. –Hasta el día de hoy, esa acción legal que presentaron contra los vecinos ha logrado que la municipalidad en ese sector no pueda hoy día instalar agua potable, alcantarillado, regularizar los títulos de dominio de los vecinos de ese sector. Por lo tanto, a 10 años, todavía el nombre de Agrosuper sigue haciendo lo propio. ALCALDE. César Orellana dice que si Agrosuper se enfrasca en una discusión con el pueblo, no puede pretender retomar el proyecto en la comuna. CHANCHERÍA. De haber prosperado el proyecto, pudo aumentar la exportación de cerdos a China, aseguró la empresa. INGRESOS. Gran parte de los terrenos al interior de Hacienda Nicolasa son propiedad de la firma agrícola. Respecto a las personas que perdieron su trabajo con la partida de la empresa, Orellana asegura que lo fueron a emplazar por el tema, pero que la municipalidad se tuvo que dedicar a la reubicación de muchos de ellos en otras empresas locales. –Me saco el sombrero con la gente de Freirina. Acá se hizo todo lo que tenía que hacerse para poder defender al pueblo (…). Porque la empresa nunca entendió. Yo creo que lo que pasó acá es que no quisieron invertir. Pudieron haber traído tecnología de punta, en un barco se demoraba menos de un mes, pasó más de un año y nunca hubo solución– dice Andrea Páez. Para la profesora María Angélica Cortés, la perspectiva del tiempo demostró que tampoco hubo necesidad de reinstalar la planta en la comuna. “Nadie se ha muerto de hambre, jamás”, asegura. –Fue gente valiente que defendió su terruño, porque imagínate que hubiéramos estado invadidos de chanchos, no tendríamos el poquito de agua que tenemos, estaría seco el valle. Agrosuper no volvió pero el alcalde César Orellana asegura que han enviado emisarios “de todos los partidos políticos” para preguntarle qué posibilidades habría de que el proyecto se retome. Aunque dice que cuando los medios le preguntan él responde lo mismo –que no habla de la empresa–, recuerda que si la firma tuviese intenciones de reactivar sus actividades, “lo peor que podrían hacer es enfrascarse en una pelea o discusión con el municipio”, como lo que ocurrió en José Santos Ossa. La empresa declinó participar en esta crónica. En 2016, José Guzmán, gerente general del holding, dijo a El Mercurio que si se hubiera concretado el objetivo en Freirina, podrían haber exportado tres veces más cerdo a China, pero que ya no estaban “dispuestos a ir a producir problemas”. “Este proyecto se pensó para ser una planta en armonía con la comunidad, pero no se han generado las condiciones para que pueda haber un diálogo con la comunidad. Lo hicimos en un lugar que estaba postrado económicamente, donde había mucha gente que no tenía trabajo, no tenía oportunidades. Pero cuando surgieron los problemas sociales y se produjo la ruptura del diálogo, esa postura ya no se pudo volver a construir (…) Perdió la comunidad, perdimos nosotros, perdió el país, perdimos todos”, lamentó entonces el ejecutivo. En Freirina, lejos de las páginas de la prensa económica, la dirigenta Andrea Cisternas recuerda que después de varios meses, unos seis quizás, los malos olores desaparecieron para no volver. El tema hoy es qué pasa con los derechos de agua que poseen y qué impacto habrá tenido la descomposición de cerdos en fosas que, asegura, vio bajo hormigón y tierra, pudiendo contaminar las aguas. –Jamás nadie se hizo cargo de hacer un estudio de esas napas, como estarán, y qué pasó con esos cerdos muertos. Andrea Páez dice que la comunidad hoy está mucho más informada y que “está súper clara con sus derechos”. A una década, recuerda casi cada detalle de lo que se peleó en esos días contra Agrosuper. –¿No tiene el miedo de que vuelvan? –Sí, siempre está el miedo. Pero en Freirina los están esperando. Ellos no han venido a instalarse porque no han tenido el gobierno adecuado que les de el favor a ellos, pero si se vienen acá a instalar, te lo doy firmado que la gente va a salir. VISTA. Las instalaciones quedaron abandonados por la empresa, pero aún quedan cuidadores en el lugar. Hacer Comentario Cancelar Respuesta Su dirección de correo electrónico no será publicada.ComentarioNombre* Email* Sitio Web