Los casi treinta años de carrera del grupo Alegría, quizás el más conocido de la movida tropical chilena de mediados de los noventa, tienen su origen en Punitaqui, pueblo de la cuarta región donde aún vive su fundador. En su sala de ensayo lleno de discos de oro y platino, Pascual Ramírez Pereira recuerda los días de gloria, plata y el quiebre final, cuando sus compañeros decidieron sacarlo para meter a un joven ariqueño promesa: Américo. A 28 años de ese día, Pascual nunca más volvió a hablar con quienes le quitaron hasta la marca. Pero aquí está, el ídolo y maestro de generaciones, grabando temas para lanzarlos después de que muera.

Por Estanislao Gonzales y Rudy Álvarez, desde Punitaqui

Es un living. Sentados están Martín Cárcamo, José Alfredo Fuentes y a su lado, Américo. En una pantalla, de fondo, se ve un video noventero con los integrantes del grupo “Alegría” bailando y moviendo el cuerpo hacia los costados mientras menean los hombros, paso básico de la música sound que hizo furor hacia mediados de esa década.

Cárcamo le pregunta a Américo como llegó a Alegría, a principios de 1996. El ariqueño cuenta que su papá –Melvin Corazón Américo– conocía al vocalista de la banda y le recomendó llevarlo a probarse a Punitaqui, pueblo de la región de Coquimbo donde Alegría había nacido y desde donde salían a presentaciones en toda la zona, arrasando.

Por entonces, la música tropical de rasgos andinos vino a refrescar una escena popular que no salía de la clásica cumbia del estilo Sonora Palacios y Los Viking’s 5. La influencia de ritmos peruanos, bolivianos, mucha batería electrónica, letras de desamor y una estética de lentes de sol, camisas de colores y pantalón de mezclilla encontró eco en las radios para transformarse en fenómeno nacional en muy poco tiempo. Alegría llevaba apenas dos años de fundado y ya los conocían en todas partes. Amerika’n Sound, Tropikal Sound o Hechizo son bandas del estilo que dominaron la escena de la segunda mitad de los noventa.

Américo cuenta que los músicos habían escuchado su voz. “Y ellos quedaron enganchados con mi forma de cantar. Y después a los poquitos meses tienen problemas con el vocalista, que era líder de la banda y todo. Y se separaron y ellos como banda me llaman a mí”, recuerda Américo. Y sigue: “Como que lo tenían todo preparado (…) Llego a Punitaqui, al primer ensayo y escucho a los chicos decir ‘Llegó Pascual, llegó Pascual’, y yo así soy el amante, algo así. Y me escondieron. Pascual debes saber que esa junta que llegaste estaba escondido. A esas alturas ellos muy decididos con que la separación iba sí o sí”, dice. Y recuerda al final: “Por su parte, Pascual arma su banda, Paskual y su Alegría… original el nombre”. Martín Cárcamo y el “Pollo” Fuentes se ríen.

El aludido de esta historia, Pascual Ramírez, está viendo todo esto desde su casa, por la tele. Mientras en la pantalla recuerdan entre risas el día en que de un rato para otro sus amigos se pusieron de acuerdo para echarlo de la banda que él mismo fundó, en esta casa de Punitaqui, pueblo de pocas calles y prados verdes que cargan las uvas pisqueras de la zona, no hay comentarios.

Aunque han pasado casi tres décadas desde que eso pasó, Pascual recuerda con detalles el día en que volvió de Arica y escuchó el “sabí que más, nosotros no vamos a seguir tocando contigo”. Para peor, dice, el nombre “Alegría” ya había sido patentado por el baterista, Jorge Contreras. Pascual Ramírez era reemplazado por una joven voz de 18 años recién cumplidos.
–Me dolió, claro que duele. Por todo lo que hiciste por tu grupo, por todas las cosas que pasaste. Me dejaron de lado, me quedé sin nombre, me quedé sin grupo.

Alegría se fue a Santiago, hizo infinidad de discos más. Pascual siguió su vida aquí, en Punitaqui.

PLAZA DE PUNITAQUI. La primera formación de Alegría alcanzó a sacar cuatro discos, entre 1994 y 1996.

TRAJES. El estudio de Pascual en su casa tiene todas las vestimentas para escenario, además de caset y recuerdos.

SÚPER LADRÓN
–Yo no doy muchas entrevistas– dice Pascual sentándose en su sala de ensayo, una pequeña pieza de su casa en Punitaqui, donde es un patrimonio de la comuna. En la plaza del pueblo, si usted pregunta, cualquiera le va a decir dónde queda la casa de Pascual de Alegría. Dentro de su casa, no hay alegorías: todos los recuerdos de su trayectoria musical están concentrados en la sala.

La pieza está decorada con los discos de oro y platino que tuvo en estos años, destacado el mítico caset rojo, una de las primeras placas de Alegría que se grabó en vivo en Pan de Azúcar, sector rural de Coquimbo. Pero los pósters más vistosos son los de “Paskual y su Alegría”, su actual banda. Un clóset lleno de tenidas multicolores, al lado un computador lleno de bases y dos bancas que sostienen una guitarra y, a veces, una batería, cuando viene su hijo a visitarlo y tocar juntos. En una altura, muchas cintas en caset, algunas con la carátula amarillenta por el paso del tiempo.

Aquí, el músico de 64 años pasa probando sus nuevos temas, pista por pista. “Chica sexy, sexy, sexy, dame tu cariño, dame dame”, suena desde el altavoz del computador, con un fondo tropical que es el sello característico de su música. A veces sueña temas, se levanta en la mañana y hace el rasgueo en la guitarra en el celular para después armarlo. Paradójicamente, uno de los mentores de la música tropical chilena no escucha cumbia. De hecho, está en plena producción de un disco cristiano que tenía en mente en los ochenta, cuando iba a la iglesia, y que ahora, casi cuatro décadas después, está terminando. En el día normal, harto Camilo Sesto, su ídolo, a veces Zúmbale Primo y quizás algo de Hechizo. Del rock de los ochenta, bastante. De ahí que uno de los covers clásicos de Alegría sea “Super ladrón”, una adaptación libre de “Devuélveme a mi chica” de los españoles Hombres G de 1985. Salvo que la canción original dice “Sufre, mamón”.

–Cuando me muera, voy a dejarles harto material. Muchos discos guardados, muchas cosas inéditas para que dejen huella. Se murió y va a seguir cantando. Ahí tienes a Cerati, murió y sigue todos los fines de semana a todo ritmo.

También es curioso que en estos 3 metros cuadrados no hay una sola referencia a Fantasía, su primer gran grupo y el que lo lanzó a la fama. Resumamos: Pascual es de Andacollo, comuna ubicada a unos 120 kilómetros del Punitaqui de sus papás, donde se terminó radicando en 1991 después de que su pega como minero ya no diera para más. “Me vine a lo que saliera”, recuerda hoy. Ya tenía una influencia de la cumbia nortina en un paso por Arica, donde formó parte de bandas del estilo.

Ese año, juntó a un grupo de artistas: Elías Vergara, Rodolfo Segovia, Evenecer Morales, Erick Ríos y con la animación de Juan “Tito” Pereira, y formaron “Fantasía de Punitaqui”. El primer caset fue grabado bajo el sello Claridad en Arica, pero hacia el 94 el “boom” vino con un disco que incluía el hit “Cervecita blanca” y ya instalados en Santiago de la mano del productor Hugo Ascueta en Calypso Records. El 95 fue el quiebre.

–Lo que pasa es que a ellos les hizo mal el éxito. Es que eran niños, yo era viejo. Yo estaba en los 30 y ellos 14 a 15 años. Tuve una mala experiencia con los niños, se portaron muy mal conmigo después que me retiré, así que yo regalé todo lo que era de Fantasía. Aquí no vas a ver nada de Fantasía, nada.

El grupo siguió y Pascual se fue junto a Elías a formar otra agrupación. En la plaza de Punitaqui -cuenta- se juntó con Mauricio Díaz, Wilson Vicencio e invitó a Jorge Contreras como baterista. “Me seguía donde yo iba a tocar con su camioneta. Él no sabía tocar, yo se lo dije. Va a estar enojadísimo cuando vea la entrevista”, se ríe.

FERIA DEL DISCO. Las bandas de la época solían “uniformarse” con una vestimenta en sus presentaciones.

A GOZAR SUAVECITO (1995). Once temas marcan este LP, donde destaca “Tomaré para olvidar”.

La propuesta tenía que ser diferente a Fantasía. Más guitarra, más teclado. La propuesta al productor Hugo Ascueta venía con el nombre Génesis. “No puedo grabar ‘Génesis’ si es un grupo internacional, viene una demanda y nos vamos a la cresta”, le habría respondido el representante, refiriéndose a los Génesis británicos liderados por Phil Collins.

–En una mesa de centro hay una revista.”Alegría”, decía. La miré. Ahí está el nombre, le puedes consultar al Hugo Ascueta. Esto fue así, y como nunca me han interesado los nombres, nunca he peleado por nombres, porque Dios les da a todos, el sol alumbra para todos…

Paskual se detiene acá porque nunca patentó el grupo “Alegría” a su nombre. Ni Fantasía, ni siquiera el “Paskual y su Alegría” es suyo. Pero su nombre, su sello personal, no se lo pueden quitar, dice, a modo de defensa. “¿Quién me va a robar el nombre Pascual?”, se pregunta.

Volvamos al 95. Alegría necesitaba escalar. Pascual se fue a La Serena, a la Radio Amistad. –El gerente de la radio estaba en La Serena, fui y le dije si me podía tocar un caset. ‘Ah, pero aquí es difícil entrar’, dijo. Había escuchado a Fantasía y dije, ‘pero ahí estoy cantando yo’. Y tocaban tres, cinco temas en el día.

Posteriormente, la radio Amistad se fue a Santiago en el 97, inundando el dial con música tropical que empezó a atraer al público capitalino, además de sus recopilaciones musicales que se vendían en disco compacto. El negocio interno se hacía con presentaciones y la venta de “A gozar… suavecito” y “15 éxitos” (1995), sus primeros dos LP. Después vendría el “caset rojo” de Pan de Azúcar, que pese a la renuencia del sello de grabar en vivo, terminó siendo un objeto de culto, aunque hay más de una pifia. En “Pastorcita”, por ejemplo, hay partes donde no se escucha la guitarra.

–Fue algo nuevo porque nosotros no salíamos de la Sonora ni de Los Viking’s 5. Después encontrar algo nuevo, teclados, batería electrónica… eso lo traje de Arica porque venía escuchando a los bolivianos, pero mi idea era meter guitarras, teclados y apareció todo esto.

EL PAGO

Fue de regreso de un viaje a Arica que Pascual terminó fuera de su banda. Había un contrato pendiente para grabar en vivo en San Esteban, cerca de San Felipe. Fue igual. Se juntó con músicos que fueron dando origen a lo que pasó a ser “Pazkual y su Alegría”, vigente hasta hoy con un formato similar a lo que ya venía haciendo: ritmo tropical, letras del enamorado detrás de su chica. Para el artista, lo que pasó con Alegría fue un favor que le hicieron, porque pudo hacer la banda que él quería.

–Yo nunca he buscado el éxito. Yo hice un grupo para vivir, divertirme con la gente, ese ha sido siempre mi propósito. La gente me quiere, me reconoce lo que yo he hecho, pero hay muchos que no lo reconocen, que les duele reconocer cómo partió esto. Pero bueno, ya está hecho, y al final lo bueno es que voy a dejar una huella grande en mi vida, con mis tres agrupaciones.
–¿Por qué cree que se pusieron de acuerdo para sacarlo del grupo?
–Por el Américo, porque era más joven. Así lo siento yo. Lo otro que se habló mucho es que yo me repartía mucho para mi. Claro, tenía que repartirme como guitarrista, como cantante y dueño del grupo, entonces eso no lo entendieron, querían que fuera una sociedad. Más o menos ese fue el embrollo que hubo, así lo tildaron ellos. Para mi, yo hice siempre lo correcto, gané mi plata porque como creador, nunca opté mal con ellos, gané lo que tenía que ganar.
–¿Y volvió a hablar, por último para aclarar?
–No, nunca más. Ahí se cerró la puerta y nunca más. Después con los años hablé con Neftalí que me acompañó a hacer algunas fiestas, con Chico Mauri igual, también me entiende. Pero el que nunca dio su brazo a torcer, el que se llevó el nombre del grupo Alegría, fue Jorge (Contreras), que nunca me ha querido… él sabe lo que hizo. Pero yo no estoy ni ahí. Estoy feliz con todos los discos que he hecho, con mi grupo, con mi familia, con todo lo que tengo.

Esta revista se contactó con el área de Comunicaciones del actual grupo Alegría para obtener una entrevista con Jorge Contreras, lo que hasta el cierre de esta edición no era posible.

De vuelta en Punitaqui, Pascual dice que el respeto que le tienen en el ambiente le basta y sobra. Tiene varios videos en Youtube, presentaciones en los escenarios locales con gran arrastre y, además, quienes lo conocen, saben que están frente al fundador de dos bandas icónicas de los noventa. Asegura que no hay rencor con lo que pasó hace 27 años ya. “Me contento porque están bien, porque han sabido llevar al grupo. No así Fantasía, que se quedó, entró uno, entró otro”.

En 2017, cuando se presentó en el Festival de Viña, Américo invitó a su ex grupo, Alegría, al escenario. Hubo un mix de los grandes clásicos con “Me embriago por tu amor” y “Mujeres y Cerveza” en el escenario más importante de Latinoamérica.

–¿Le gustaría haber estado usted ahí?
–No. Con lo que pasó, para mi ya fue.
–¿Y cómo quiere que lo recuerden?
–Como está. En mi fan page me escriben de todos lados y ese es el mejor pago que uno puede tener, su gente. Que la gente te recuerde con lo que hiciste. Aparte, uno ya está más viejo. El artista no puede, lamentablemente, no puede envejecer. Es como los futbolistas, dos mundiales y para la casa.

La pieza está adornada con discos y recuerdos que suman casi tres décadas, mucho más que dos mundiales. Paskual Ramírez, con el ego natural de artista, se recuerda a sí mismo que aunque mantiene la sonrisa y el pelo cuidado y formado como en los noventa, hoy tiene 64 años.

–Y bien cuidaditos– dice, volviendo a guardar en el clóset una de las camisas floreadas que lo transforman en Pascual, la leyenda tropical.

CALOR. Así como Zalo Reyes, que nunca se fue de Conchalí, Pascual continúa viviendo en su Punitaqui.

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