No me hablés de crisis, boludo. La culpa la tiene ese hijo de un batallón de putas. Macri, aborto de mono, por qué no te atas la pija en la punta del obelisco y das vuelta, forro, la concha bien abierta de tu madre. (Traducción: esta revista fue a pasear a Buenos Aires)

Por Rodrigo Ramos, desde Buenos Aires.

-¿Y Chile, tiene algún equipo en la Libertadores?

Pregunta el taxista, en medio de un taco en la avenida 9 de julio. Las motocicletas vuelan como insectos en medio del taco. El taxista no parece irónico, ni apurado. Se toma su tiempo. La frase debe concluir con un silencio. Escucháme, repite. Luego de decir varias  veces que la Libertadores la juega ellos y los brazucas, exhala lento, haciendo un silbido, como si el tiempo fuera una mierda.

TANGO. Buenos Aires tiene barrios
exclusivamente hechos para que los
turistas vengan a botar plata, como
Caminito o San Telmo.

De los alrededor de 10 taxistas con los que dialogué, ninguno sabe quién gobierna en Chile. No les interesa Piñera, ni nada de este país; excepto, que el año pasado, Chile servía para comprar televisores baratos. ¿De fútbol? recuerdan a Colo Colo y a la Universidad. Y lo que llaman la universidad, es una mezcla entre la U de Chile y la Católica. Sampaoli, es un sinvergüeza, claro. Eso corre para ambos lados. Aquí, en la 9 de julio, partida por el falo del obelisco, Sampaoli es el hijo de un portavión de grandísimas putas con gonorrea. Así lo describe el taxista que nos lleva hasta el estadio Obras. En Chile, donde el lenguaje se reduce cada día más (ejemplo, la expresión ¡oye! o por “oe”), quizás, por la exigente velocidad a la que nos expone el sistema, Sampaoli sólo es un hijo de puta.

A pesar de haber recorrido dos millones de kilómetros, en al menos 10 años de trabajo como promedio, en sumas idas y venidas por Buenos Aires, ninguno de estos taxistas salió de la ciudad, o, bueno, llegó hasta La Plata, a 60 kilómetros. Le explico a mi hija, que en la urbe de Mafalda caben todos los habitantes de Chile, y para ellos, no parece haber otro mundo que el Gran Buenos Aires.

El verbo siempre se acentúa en la sílaba grave (ejemplo: decíme o contáme). Se putea a políticos y a Boca o River, según el bando. Los argentinos son más que en un puteo bien acoplado, y que da para género literario, como: andá chilenito gordo, llenáte de choripanes. Son más que un país medido por economistas, que desparraman la palabra crisis, cuando hay inflación o baja la bolsa. La frase “crisis económica”, a estas alturas, parece un invento mediático chileno, para crear un relato de superioridad.

A las seis de la mañana, en invierno y verano, ya hay filas en los paraderos para esperar el Transantiago. Rostros resignados. A pesar de todo, calificamos, en la voz de los medios de prensa, a todos los países de alrededor en crisis. Si hablamos de crisis, lo nuestro es una crisis de sensibilidad.

RIVER PLATE. Las camisetas de
equipos de fútbol son de uso en
Argentina como cualquier polera, y un llamativo souvenir para los chilenos.

La muestra aleatoria de la supuesta “crisis económica” que se vive al otro lado de la cordillera, la tomamos con los taxistas, personajes a lo que les debe saludar con cariño, sino, no te llevan. “Algunos chicos perdieron el saludo”. Le asusto que si sigue Macri, y sus reformas evidentes en el cierre de boliches en San Telmo, se transformaran en unos autómatas chilenos depediente del mercado, e insesibles.

Las anécdotas con los taxistas porteños son varias y entretenidas, pero iré en degradé, es decir, partiré por la menos política.

 

PANCHO MALO

Este taxista se llama Pablo, y nos lleva por avenida Callao. Después de descubrir nuestro acento, Pablo se ríe y nos pregunta si conocemos a Pancho Malo. Y cuenta: “el me preguntó si yo lo conocía a él. Se subió y me dijo, debés conocerme; yo soy Pancho Malo. Y quien sos vos, le dije. Soy Pancho Malo, famoso en Chile, repondió”. Le aclaró que Pancho Malo es un fanfarrón ególotra, pero peligroso. Le hablo del prontuario. Dice que los barras bravas, en Argentina, igual trabajan para políticos. Son una suerte de matones. Pablo cuenta que lo trasladó hasta las afueras de Buenos Aires, por varias horas. Tenía bastante dinero. Pancho Malo iba a hablar con su novia argentina.  En medio del viaje, Pancho Malo le confesó a Pablo que se sentía solo en Buenos Aires. Y Pancho Malo decidió que Pablo fuera su amigo. Pablo le contó que era barra de Boca y que iba a un gimnasio donde entrenaban los barras de Boca. A Pancho Malo se le abrieron los ojos de emoción.

Pablo muestra fotos que le envía Pancho Malo a su wasap. En una, Pancho Malo aparece nadando en billetes. Esa es de México, dice. Le recuerdo que Pancho Malo fue amigo de Popeye, el sicario de Pablo Escobar. En otra, aparece Pancho Malo con su novia argentina.

Pablo terminó de hacerse una idea de Pancho Malo, cuando éste, de manera violenta, bajó del auto y comenzó a insultar a la familia de la novia, y a ésta. “Se armó un quilombo”, dice Pablo. Pablo, al final, ganó un amigo chileno.

NOCHE PORTEÑA. La enorme urbe ofrece panoramas desde discotheques hasta fábricas convertidas en escenario de rock, como Konex.

LA FALOPA

Vamos a Caminito, en La Boca. Caminito debe ser uno de los barrios turísticos más sobrevalorados del mundo. Está lleno de ferias con souvenir de mala calidad. No se encuentran buenas parrillas, además. Esa posibilidad para el comercio, por lo menos en Caminito, es un síntoma de la crisis. Si hasta Maradona, la copia para sacarse fotos, pide billetes. En Argentina no circulan monedas; solo billetes, que se desvalorizan tan rápido como canta un gallo.

El taxista nos toma en la 9 de julio, y nos propone que vayamos a la Boca, a Caminito. Es un tipo de 60 años, en promedio, que nos pregunta por qué andamos paseando con dos niñas. Es decir, nos pregunta por nuestras mujeres. Machista. Le respondemos que somos baby sister. “Las ellas” andan en un congreso de su profesión, y nosotros la acompañamos. Luego despotrica contra las mujeres. No tuvo buenas experiencias, al parecer. Deben haberle puesto lo cuernos, o algo así. A medida que avanzamos por el barrio la Boca, el hombre se sincera y nos cuenta su crisis. Dice que su hijo lo tenía todo; todo. Linda novia y buen trabajo. Sin embargo, su hijo se metió en la falopa.  Dice que el joven está en tratamiento, practicamente aprendiendo a vivir de nuevo. “Yo lo acompaño”, dice el padre.

La falopa es tema recurrente en los bares de San Telmo. Se bebe menos que en Chile, pero se jala más cocaína. La crisis no parece afectar a los cocainómanos ni a los dealer. Los estanques de los baños olor a naftalinas, tienen restitos de falopa.

 

EL ASADO

Te bajás del avión y dejás de ser chileno. El aire pesado, húmedo, te transformá en una fiera, en un depredor, que sólo quiere engullirse todo lo que huela a carne. Sos chileno, otro más, que sólo viene a meterse grasa y colesterol a las venas, porque en su país, no saben de carne ni de asados. Lo anterior puede descifrarse en la mirada del taxista de turno. Vamos a un asado por la avenida Hipolito Yrigoyen, hasta Longchamps, una localidad campestre a alrededor de 40 minutos de la avenida 9 de julio. Es un día caluroso, y la avenida no parece terminar nunca. Pasan a Avellaneda, Lanús y Temperley. Todos nombres asociados al fútbol y Temperley, a la película “La Noche de los Lápices”.

Luciano, el taxista, de alrededor de 50 años, pasa de Hugo del Carril y sus tangos, a un radio donde suena Sumo. Nos lee. Ante el calor le pido si puedo abrir una cerveza en lata. No pone problema. Dice que los chilenos, además por venir a comer carne, se les nota por las ganas de beber cerveza en la calle. “Son un pueblo reprimido ustedes. Llegan y se comen una vaca, y beben birra en la calle”. Le contesto, que parecemos caballos en partidor del hipódromo, cuando nos bajamos del avión.

BUENOS AIRES. El turista chileno viaja con la idea de que la carne y la cerveza son increíblemente excelentes, meritorias de un viaje sólo con ese objetivo entre manos. Bs. As. tiene carne, cerveza, y mucho fútbol.

Luego dice que la crisis, de la que hablan todos, la tiene ese hijo de las mil putas de Macri, con sus reformas que le tienen apretado el cogote al país. “Nos quiere transformar en el nuevo Chile”, dice el hombre, con un sonrisa de saber lo que hoy significa este país, para el mundo.

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