Por Laca Mita. 

Hoy habrán muchos homenajes a Salvador Allende. El clavel colgando de su estatua en alguna plaza, la Presidenta diciendo que hay que seguir su ejemplo, el puño en alto con un viejito hablando por megáfono y la foto en blanco y negro de un compañero desaparecido colgando de su pecho. Lágrimas. Hacer un país como soñaba el compañero Presidente. Las grandes alamedas por donde pase el hombre libre y los posteos de Facebook envalentonados gritando que por fin se puede homenajear al caído Mandatario.

PRESIDENTE ALLENDE. ¿Llegaron los otros hombres para superar el momento gris y amargo?

PRESIDENTE ALLENDE. ¿Llegaron los otros hombres para superar el momento gris y amargo?

La derecha, como ha acostumbrado en los últimos años, agachará la cabeza y dirá que hay que mirar al futuro. Para el ardoroso revolucionario, esa cabeza agachada del defensor de la dictadura es su triunfo, el «castigo moral» del que hablara el Presidente Allende en su último discurso. Se siente autosatisfecho: está del lado de los buenos. Ni sabe que a la derecha no le importa tener que aguantar un poquito de humillación cada 11 de septiembre, porque aunque se levanten mil monumentos a Allende, el modelo de Pinochet sigue tal cual, con su concentración de riqueza y desigualdad a la vista.
¿A quién le importa un homenaje si el socialismo no va a volver? A la izquierda nos encanta la poca practicidad de lo simbólico, lo testimonial. Cree que poner unas flores afuera del centro de tortura más cercano es hacer justicia ante los años de dolor. Aylwin enterró a Allende el 90 con un funeral súper masivo que sólo era eso, una estrategia de marketing de Enrique Correa para calmar a esa gente que votó por ellos esperando la alegría. Aylwin en los años siguientes, seguiría compartiendo cócteles con el dictador. Frei, lo mismo. Las fotos están en Google. Se les ven complicados, riéndose. Piensen que costó 26 años terminar con el binominal que dejó Jaime Guzmán, hoy hay más epresas privatizadas que en 1990, los empresarios se coluden y nadie cae preso.
Afuera, la gente sigue marchando, las cosas parecen ser tan iguales y se ve tan poco cambio estructural que deprime. Por eso, si todo le va tan bien a quienes han abusado tanto de los chilenos en estas décadas de «democracia de los acuerdos», ¿qué les va a importar el aislado grito revolucionario de un pobre hueón con la polera del Che? Hoy escucharemos muchos de esos gritos, pero no va a pasar de eso. La otra semana, aparte, son las fiestas patras.
Laca Mita.

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