No jugaba a la pelota y tampoco PlayStation. Desde chico, a Luis Slimming le gustaba tirar la talla. Pero la falta de referentes en su época que no fueran Coco Legrand, lo hizo pensar que no había forma de profesionalizar el oficio de contar chistes, por lo que terminó estudiando Matemáticas. Pero las vueltas de la vida lo llevaron a trabajar como guionista de diversos comediantes como Edo Caroe, tener su propio grupo de stand up, y un podcast dedicado a encontrar el sentido del humor.

Por José Francisco Montecino L., desde Santiago. 

“Mi mamá pensó que era una etapa, que se me iba a pasar”, bromea Luis Slimming, de 32 años, quien estudió Matemáticas en la Universidad Católica, pero por esas cosas locas de la vida empezó a escribir guiones de humor. Trabajó con variados rostros del humor nacional, como Edo Caroe y Fabrizio Copano, o para programas como “Vértigo” de Canal 13, y “No culpes a la noche”, de TVN.

Hace un par de años atrás decidió hacer stand up. En paralelo empezó a a co-conducir el podcast y programa radial “El sentido del humor”, junto a sus colegas humoristas Marcelo Valverde y Héctor Romero. uno de los más escuchados en Spotify.

Es miércoles a las 22.00. Precisamente acaba de terminar el programa, que va dos días a la semana por Big Radio. En esta edición estuvo solamente con Héctor, quien busca alguna alternativa para irse a su casa, debido a que el Uber está muy caro. Luis, en tanto, fuma al lado del basurero, en el antejardín de la radio.

MATEMÁTICO. Como le iba bien en la Media con los números, se inclinó por estudiar Matemáticas en la U.

“Estaban atacados”, continúa.

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-Mi familia era chistosa, pero por contexto. Como el contraste con la realidad país. Son chistosas las hueás que hablan -, explica.

-Es como un poco disfuncional…

-¡Claaaaro! Tengo un papá ex milico, una mamá pinochetista, pero muy buena persona al mismo tiempo. Entonces dices: ‘¿Cómo alguien tan buena, puede pensar algo tan malo?’ Jajajaja-, responde Luis.

En el colegio se sintió el outsider. No jugaba PlayStation. Tampoco le gustaba el fútbol, entonces no se sentía atraído a la pelota. Cuando sus compañeros jugaban, se iba a conversar con sus compañeras, o con los amigos más flojos que tampoco se sentían atraídos por la actividad física. “Yo era de quedarme en el recreo en la misma sala de clases, tirando la talla al fondo. No salía al patio”, afirma.

Le gustaba ser el chistoso del grupo de amigos. Pero hacer y contar chistes no lo veía como algo que pudiera ser una carrera.

-Cuando chico nunca pensé que era real. Pensé que todo el mundo era así no más po. De pronto, cuando empiezas a socializar, te das cuenta de que no toda la gente es chistosa-, afirma.

-Entonces jamás soñaste en ser comediante.

-No, pa’ nada. Cuando era chico no tenía cable y no tenía internet. Para mí los referentes en la comedia eran los hueones que andaban con el vestón del papá. Eran unos hueones bien penca. Salvo Coco Legrand, que era el bacán, y Alvarito Salas que trabajaba en “Viva el lunes”. Jamás lo vi como una carrera. Aparte en mi casa siempre me inculcaron el título-, explica el comediante.

CHISTOSITO. No había stand up en la época en que Slimming fue joven. Los referentes eran Coco Legrand y Álvaro Salas.

-Y cuando chico ¿qué querías ser?

-Pasé por muchos periodos. Quería ser científico. Me gustaba Donatello de las Tortugas Ninjas. Me gustaba el serio, más que el chistoso. Yo no quería ser Raphael o Miguel Ángel. No quería ser Bill Murray, quería ser el hueón que hacía las máquinas que cazaban a los fantasmas. Me gustaba el personaje del ñoño-, cuenta.

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En la media le empezó a ir bien en Matemáticas.

-Dame un segundito-, interrumpe, mientras se aleja unos metros para contestar el celular.

“¿Aló?”, contesta.

Luego de unos minutos, Slimming vuelve.

“Ya, perdón”, dice.

-Empecé a entenderlas por un primo que ayudó. Cuando llegué a la media, me iba bien sin mayor esfuerzo. Y producto de la flojera me empezó a gustar, porque caché que, si me iba bien en Matemáticas, de pasada me iba bien en Física y en Química. La mitad de los ramos los tenía listos sin hacer mucho- continúa Luis.

Pensó que ese era el rumbo; el compañero bueno para los números, el que estudiaría un tipo de ingeniería. “Después caché que en Ingeniería tenía hartas hueás que no me gustaban, como economía o marketing”.

Slimming en ese momento dijo: “¿Sabis que? me gusta la ciencia”. Quería ser físico, así que esa carrera fue su primera opción. Pero no quedó, por lo que entró a su segunda alternativa, Matemáticas en la PUC.

El comediante recuerda que le costó acostumbrarse a la exigencia. Dejó de ser el compañero bueno para los números. “Solo me quedó ser el chistoso de nuevo. Al querer destacar en algo, me volqué a los chistes”.

-Buscando un papel…

-Sí po’, todo el rato buscando la identidad de uno. Que uno lo hace sin darse cuenta. Después mirando pa’ atrás, uno dice ‘ah, yo hice esto para buscar aceptación no más’, cachai -, confiesa Slimming.

En esa búsqueda encontró algo. Un amigo le recomendó presentar unos cómics que dibujaba en ese tiempo a la revista de la universidad. Ahí se cruzó con estudiantes de periodismo de primer año, quienes hacían stand up en la casa central de la universidad. Le mostraron el grupo de comediantes que se formaba -entre ellos, estaba Jani Dueñas y Paloma Salas-, y que se presentaban en El Cachafaz, en Guardia Vieja.

EN COLISEO ROMANO. Fue eliminado en el segundo programa en el que participó.

-Me presenté con ellas. En el público había un productor de Mega, que buscaba gente para el programa Coliseo Romano-, dice.

Slimming lo define como en las películas. Al terminar, se acercó y le dijo: “Hola, soy un productor, te quiero llevar… pa’ Chillán”, bromea.

-Y yo le dije ‘ya po’-, agrega.

Así llegó a la televisión.

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Slimming tuvo buena recepción en el primer capítulo. Pero fue eliminado en el siguiente.

-No tenía experiencia (…) Pero les gustó cómo escribía. Empecé ayudar a otros participantes. Ahí conocí al Edo (Caroe) -, cuenta el guionista.

Aun no terminaba la carrera, pero Slimming ya se desempeñaba como guionista. Luis se tituló, pero nunca ha ejercido su profesión.

-Mi mamá estaba atacada, porque decía: ‘mi hijo estudió una carrera más difícil que la chucha, le costó más que la cresta. Se endeudó ¿y pa’ qué? ¿para tener el título en la muralla?’ Ya en un momento solo quería terminar la carrera solo para hacer feliz a mi mamá, ella solo quería que estuviera titulado-, cuenta.

Ilustración de Ignacio Mandiola.

Luis y Caroe seguían juntos. Pero ninguno de los dos sabía escribir un chiste en esa época. Básicamente, solo usaban la intuición. Conectaban una idea con otra, y el resultado debía ser chistoso, “por tincada no más”, explica.

Ambos formaron una química en el humor. Una sintonía que, en 2016, apenas un mes después de que el mago se bajara del Festival de Viña del Mar, los salvó. Se trataba de un show en el casino de la Ciudad Jardín. Era función doble. Una a las 20.00 y la otra a las 22.00. para la primera función tenían poco material escrito. “Teníamos una pauta, pero había mucho vacío. Había chistes que no tenían remate”.

En la primera parte Caroe improvisó mucho. Slimming anotaba lo que funcionaba. Recuerda que la rutina fue “súper salpicada. En algunas partes se reían, y en otras no. Salimos con la sensación de que estafamos a la gente”.

La primera parte de la noche había terminado. Quedaban 15 minutos mientras se armaba el cambio de público. Ahí pulieron lo que tenían.

-Se dio algo super rico, donde yo le tiraba una idea y él la remataba, o él armaba premisa y yo la remataba-, explica Slimming.

A la segunda función todo salió bien. “Fue como casi armar la rutina ahí, improvisando de alguna manera. Llegamos a Santiago, depuramos los chistes, empezamos a meterle cuestiones. Edo se agarraba jueves, viernes, sábado y domingo en el Teatro Nescafé. La del jueves funcionaba, pero la del viernes funcionaba mejor. La del sábado funcionaba aún mejor, y la del domingo también”, recuerda Luis.

***

STAND UP. Edo Caroe hizo buenas migas con Slimming y se transformaron en dupla.

Luis va en el tercer cigarro mientras conversa. Al día siguiente tiene un taller de escritura de chistes en la mañana. En una edición de estos cursos conoció a Héctor Romero. Le pareció que escribía buenos chistes, por lo que le presentó el material a Edo Caroe. Los dos terminaron siendo compañeros de trabajo.

Al tiempo, sin embargo, Romero decidió probar suerte frente al público. Esto le hizo pensar a Luis cómo le iría a él contando sus propios chistes.

-Héctor: Si este hueón puede…- interrumpe Héctor, mientras baja la aplicación DiDi como una opción más barata para irse a su casa.

-Luis: Si este hueón puede, yo también puedo, jajaja. Pero desde el buen lugar. También me daba miedo. Un miedo bien hueón. Sentía que, si estuve tantos años trabajando con gente que ha salido en festivales, tenía el miedo de que la gente tuviera una expectativa alta de mí, que tenía que llenar ciertos zapatos. Y no iba por ahí la cosa.

Gracias a Fabrizio Copano conocieron a Marcelo Valverde. Ambos hacían un podcast independiente, “El sentido del humor”. Cuando Copano se fue, Valverde decidió invitar a Luis y posteriormente a Héctor. Llevan casi dos años en radio online y cuentan con una audiencia fiel. En septiembre irán de viaje a Nueva York.

-Tal vez podríamos hacer un “El sentido del humor: live at the Time’s Square”-, bromea Luis.

Posteriormente anunciaron que estarán en vivo en House of Brews, el lunes 16 de septiembre. “Llevaremos la cuchufleta”, dice el pie del afiche publicado en Instagram.

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Es jueves a las 11.00. Luis llegó antes con una pizarra desde su casa. Hay ocho personas, sentados alrededor de una mesa. Tiene lápiz y papel encima para tomar apuntes. Algunos ya han tenido sus acercamientos con el humor. Otros están empezando.

Se presenta: “Soy guionista, pero también hago stand up. Pero también soy licenciado en Matemáticas”.

-¿Quién quiere ser chistoso? -, pregunta.

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