El Chile Imaginario Bush in Action septiembre 27, 2022 Editorial 484 Cuando pasó el estallido social, la frase que se repetía en la sorprendida elite gobernante era eso de que «no lo vimos venir». Pasaron tres años y lo que ocurrió con el resultado del plebiscito tuvo esa ventaja histórica de predecir, con la uña, anotando cada cagada comunicacional, que esto si se veía venir. La posibilidad histórica de cambiar la Constitución de Pinochet se farreó por la soberbia de una mayoría circunstancial lograda en la Convención Constituyente, que trató de meter a presión varios temas que al final terminaron confundiendo a más de la mitad del pueblo, creyendo que el 78% logrado en 2020 iba a durar para siempre. La autocomplacencia de esa mayoría provisoria llegó a niveles ridículos y posiblemente haya dañado las ideas de izquierda más de lo que se piensa. Si al principio Daniel Stingo, con arrogancia, decía que ellos serían quienes pondrían «los grandes temas» de la Constitución y la derecha quedaba relegada a «conversar» (más bien resignarse), después ocurrió la gracia de Rojas Vade, una ceremonia inaugural empañada por Elsa Labraña queriendo parar a la fuerza a niños que tocaban la canción nacional, para posteriormente involucionar a niveles cada vez más bajos, cómo los convencionales llorando o abrazándose por artículos que encontraban «históricos», aplaudiéndose a sí mismos, cómo si hubiera sido difícil instalar sus temas siendo mayoría absoluta, dando como cosa hecha cosas que aún el pueblo no ratificaba. Si bien la nueva Constitución tenía muchos derechos y conquistas sociales nunca vistas, esa mayoría le dio herramientas a la derecha para que manipularan esas fallas a su antojo y profitaran de las fake news. Si hubieran sido claros en sus intenciones, habrían asegurado el derecho a la vivienda propia y no a la «vivienda digna», concepto difícil de explicar en concreto. Esa imprecisión fue leña para alimentar la locura de ese mito que corría de que supuestamente te iban a quitar la casa. O los temas de los sistemas de justicia, la forma de estado, la plurinacionalidad. Ahí, varios votos menos. También brilló el artículo de la precedencia de las relaciones internacionales con América Latina y el Caribe por sobre las potencias con las cuales comerciamos todos los días, en un arranque de hermandad latinoamericana que bien podría servir para un papelógrafo de liceano cuando le toque la disertación sobre América, pero no para las complejas relaciones económicas que en nuestro país dominan China y EE.UU. El derecho de las mascotas como seres sintientes o la protección de los glaciares, son importantes para gran parte de la sociedad, pero difíciles de garantizar. Temas que quizá -podemos estar equivocados- pueden ser vitales para la burguesía de izquierda con la vida medianamente resuelta, un trabajo estable, vacaciones de vez en cuando y dos gatos, pero no para la clase obrera con serios problemas de subsistencia. Por eso el Apruebo ganó en Ñuñoa y perdió en Petorca, porque independiente que el texto Constitucional garantizaba el derecho al agua en una tierra agobiada por la sequía, para ellos tal vez todo este proceso de nueva Constitución les pareció lejano, parte de otra élite, solo que una élite buena onda. Toda esa satisfacción propia expandida por redes sociales fue aplaudida por las mismas a rabiar con cuentas que se creían verdaderos profetas o líderes de movimientos. Pero afuera la gente que no tiene Twitter (red social más propia de clases acomodadas), se quedó callada, lo habrá comentado en el almuerzo del domingo a lo mejor, ni pensó en algún momento en ir a alguna marcha, pero se levantó temprano, votó en silencio y dejó en ridículo un proceso que partió como una oportunidad de cambiar las cosas de una vez, pero cuya arrogancia y poca lectura del Chile real, sumado a la descarada campaña de mentiras de sectores de ultra derecha, terminaron sepultándolo. Y ahora, al cierre de esta edición, los pedazos del proceso Constituyente se intentan cuajar, pero va a volver a manos de los mismos tipos y tipas de corbata y vestido caro que pensamos que terminaban en 2019. Lo más triste aún, es que después de la farra, muchos votantes del Apruebo, que se vestían con los colores de la paz y el entendimiento, terminaban culpando a la gente de Petorca por la sequía, o a los pobres que pedían ayuda en Curanilahue por el resultado. Aún no entienden que la estrategia comunicacional hizo caer este proceso y mañana, cuando ya iluminados quieran entrar a algún cargo importante, alguien les recordará sus poco empáticas publicaciones y terminarán cayendo en el mismo descrédito general de la Convención. Así terminó Cataldo, un subsecretario que duró media hora por culpa de tuits viejos. El problema siempre ha sido comunicacional, solo que ahora es retroactivo gracias a la magia de internet, una herramienta tan poderosa que incluso puede haber cambiado la historia del único proceso constitucional de nuestra historia con representantes electos democráticamente. Y a todos nos puede pasar. Laca Mita Hacer Comentario Cancelar Respuesta Su dirección de correo electrónico no será publicada.ComentarioNombre* Email* Sitio Web