El mito dice que un empresario iquiqueño lanzó una cruz de concreto al fondo del mar. Otro mito lo atribuye a un club de buceo. La historia se ha deformado tanto que unos dicen que lleva décadas, otros un año apenas, pero de que la cruz está, está. El concreto apenas se ve porque decenas de actinias -un gelatinoso animal marino- lo cubren de tal forma que cualquier persona que se le ocurra tocarlo, se va a llevar una reacción alérgica que duele bastante. Pero los buzos de la caleta hablan más del emisario submarino que lleva la mierda de la ciudad al mar, una contaminación que, dicen, le hizo pésimo a Cavancha. ¿Será otro mito?

Por Ignacio Araya y Pamela Castillo, desde Iquique.

Sus brazos se endurecen cuando agita los remos en el tranquilo pero pesado verdor del agua de Cavancha. Está nublado y el destino del bote de Miguel Santi, el “Cocodrilo chico”, como le llaman en la caleta, es incierto porque apenas hace diez minutos le dijeron lo que estábamos buscando. Hace unos días, en el diario “La Estrella de Iquique”, todos en la caleta leyeron la crónica sobre una cruz de concreto que está varios metros bajo el mar cubierta completamente de unas cosas blancas que, al contacto humano, lanzan una lanceta urticante que daña la piel de quien se atreva a acercarse.

EN EL FONDO DEL MAR. La cruz de concreto está rodeada de actinias (u ortigas, como la llaman los pescadores y buzos), que emite una sustancia urticante a modo de defensa. (Foto: Bernardo Toro)

En el diario titularon el misterio con un encabezado atemorizador: “La misteriosa cruz de Cavancha que ataca a los buzos locales”. Pero el Cocodrilo Chico, que se vino a trabajar acá hace diez años sin saber absolutamente nada de pesca después de que la cosa se puso mala en Zofri, no había escuchado hasta ahora de un pedazo de concreto que hiriera a alguien. Por lo mismo, no sabe dónde está remando su bote.

El que sabe está a lo lejos. Enrique Castillo, alcalde de mar de Cavancha, hace unos ademanes del lugar donde podría estar la famosa cruz. Mueve los brazos. Más allá parece que es, dice Miguel. Una llamada telefónica resuelve la confusión del primer momento, aunque de cualquier forma da lo mismo. Ninguna de las cuatro personas que están en el bote -pescador, dos periodistas y un fotógrafo- bajará veinte metros de profundidad para verificar que la famosa cruz esté ahí debajo. Tampoco podremos tocarla para comprobar que nos hará el daño que salió en el diario.

-No sé a quien se le habrá ocurrido, pero la cosa es que la echaron ahí- dice Castillo, alias el “Chino Castillo”, hombre de mar desde 1953, cuando no tenía ni las canas ni los lentes de marco dorado que representan sus ochenta y tantos.

El alcalde de mar cuenta que la cruz está ahí abajo desde hace un año. Esa es una de las teorías como las que tienen todos acá. Uno de los buzos dice que la echó acá Enrique Anguita, el antiguo empresario iquiqueño que fue el poderoso dueño del Hotel Cavancha, el más importante de la zona hasta que el Terrado Suites vino a desbancarle el negocio. En internet, un tal Milton Luco Muñoz -a quien buscamos pero jamás pudimos contactar- asegura que el club de buceo Neptuno Rey la hundió para transformarla en un símbolo religioso que protegiera a los buzos. El hombre publicó una foto datada en 1996. Antes, cuando acá todavía habían pescados que sacar.

En eso del “antes” coinciden y es una palabra que repiten todos. Miguel Santi sigue remando. Antes habían muchos pescados, dice, antes del emisario. El emisario -otra palabra que repiten todos- es un enorme tubo que trae toda la caca de los 191.468 iquiqueños que viene a dar cerca de Playa Brava, a la vuelta de la península que separa Cavancha de los balnearios del sur. Quien pase por afuera del edificio con el logo de Aguas del Altiplano seguramente sentirá el olor a un baño cuya cadena no ha sido tirada. Unos kilómetros más allá, en el mar, la caca se desintegra. La misma que, en parte, hizo que los pescados tengan que conseguirlos después de varias horas de navegación hacia dentro.

CRUZ EN BLANCO. Una foto que colgó un buzo del club «Neptuno Rey» de Iquique en una web de noticias asegura que su verdadero origen viene de 1996. (Foto: Milton Luco)

-Había de todo. Se perdió el acha, se perdieron hartas- dice Santi, el Cocodrilo chico. -Más adentro no. Los pescados de orilla no andan muy adentro.

Tras varios minutos remando, el bote llega al lugar donde, se supone, está la cruz forrada en los vengativos animales marinos difíciles de describir en simple.

UN MITO EN EL MAR

-Lo que pasa es que todo esto está lleno de ortiga- aclara Carlos Valenzuela, conocido por acá como el Caremalo, segundos después de subirse al bote de Santi, quien lo llevará a la orilla. La cosa blanca, la ortiga, ahora tiene nombre, igual a la planta del sur que también es famosa por el daño que le hace a las personas cuando la tocan. Felipe Alessandri, alcalde de Santiago, pensó en la ortiga cuando quiso acabar con las parejas que solían juntarse en el Parque Forestal a tener sexo a vista y paciencia del mundo, aunque la idea quedó en nada.

La ortiga de la cruz es distinta. Los buzos no tocan a propósito este “poto de mar” blanco porque saben que les va a hacer daño. El Caremalo ha visto cómo los hombres rana salen con la cara hinchada del mar porque tuvieron la mala suerte de tocar una de ellas. El daño va a depender de la suerte, en verdad. El que tiene mala la sangre, dice Valenzuela, se enroncha entero.

-Lo que pasa es que está pescada al marisco, a la cholga y cuando sacan cholgas, esa cuestión les pega.

Esa cuestión tiene un nombre científico y se llama Anthotoe chilensis, una actinia. Bernardo Toro es biólogo marino y un experto buzo que ha bajado a fotografiar la cruz varias veces. Las fotos de este artículo son suyas. La actinia es un animal marino que es bastante común en el litoral chileno y suelen asentarse de a muchas. De ahí se podría explicar la razón de que vinieran a ocupar este pedazo de concreto como su hogar, un arrecife artificial.

ACTINIA. La ortiga, en el fondo del mar, es la causante de uno que otro accidente. (Foto: Bernardo Toro)

Toro sabe bastante de la actinia, u ortiga, o poto de mar blanco. Tal vez más de la cruz. Él también cuenta que su origen vino por la idea del señor Anguita, que adoraba la caleta Cavancha y quizás quería pasar a la posteridad dejándola en el fondo del mar. Al principio la idea era hundir una virgen, cuenta, pero parece que por recursos tuvieron que irse por la idea de la cruz. Una cruz que varios años después está forrada en un animal que no se lleva con los seres humanos.

-En lugares de la cara o la boca, te deja súper mal, similar a la picadura de una serpiente. Me ha pasado varias veces por trabajo -dice el buzo Bernardo Toro.

Alex Vilches es su compañero y desde chico que venía escuchando la historia de una cruz en el fondo marino. Entonces tenía 12, ahora tiene 32. Un mito iquiqueño que pocos saben, y él que el lo tuvo en su imaginación hasta cuando por fin se capacitó para ser buzo autónomo, comenzó a dedicarse en lo audiovisual y bajó a las profundidades.

-Estaba la historia de los pescadores artesanales, de los buzos, que los desfiguraba si lo tocaban y todo ese tema, después se supo que era por la especie que estaba ahí, la ortiga. Y después empezó el mito de quién la había lanzado y nadie sabía.

BENCINA PARA LA CARA

La voz es de un hombre canoso, chaleco de lana acordes con el día nublado y la helada brisa marina, zapatos algo mojados.

-Dijeron que la cruz los atacaba. ¡Mentira esa cuestión!

PESCADOR. Pocas personas conocen la cruz en Cavancha. Incluso el hombre que nos llevó en bote no la conocía. (Foto: Johan Berna)

En la orilla de la caleta Cavancha, Cayo Antonio Zúñiga, alias el “Marco” -todos tienen sobrenombre acá-, apunta a las orillas del molo donde unos lobos marinos juegan y otros saltan a morder a los asustados turistas que no conocen sus mañas.

-Ven a ver aquí. La ortiga son todos esos potos blancos que están en la muralla. Aquí abajo están. Hay blancas, salmones, amarillas. Son tres especies, pero la más jodida es la salmón con blanco.

La solución para el Marco es el aceite de motor. Si la ortiga llega a tocarlo por mala suerte en uno de esos días de faena, el viejo marino apela a lo sencillo y se pasa una lapa por la cara. O un poco de bencina. Si es lo mismo que una medusa, asegura. Un poco de vinagre y ya está.

El hombre apunta otra cosa en el agua. Borroso, apenas visible por el movimiento del agua provocado por los lobos marinos que no se despegan de la orilla, se nota una especie de tuerca a medias, como si un pilar de piedra estuviera esperando un pilar para crear un puente. Es una “muela”, que le llaman. A Zúñiga le recuerda a la misma muela que sostiene el emisario que lanza la caca iquiqueña a la vuelta de este lugar y que él ha visto bajo el agua.

-¡El emisario! Está por reventarse esa hueá, donde van los químicos, los excrementos. (…) Se están saliendo todas las bases que tienen, esas bases son las muelas. Están en el aire ya.

Fabricio, un viejo pescador de voz ronca y facciones similares al Sr. Mijagi de “Karate Kid”, habla lento, pero claro. Dice que los durmientes que afirman el tubo quedó libre.

-En cualquier momento revienta y deja la contaminación.

ESPECIES MARINAS. Al centro de la cruz habría estado la imagen de una virgen, que se habría roto con el tiempo. (Foto: Bernardo Toro)

De la cruz se hablaría más si las noticias hablaran más seguido de buzos y curiosos afectados por su extraño y venenoso magnetismo. Pero no lo hacen, porque nadie, excepto uno que otro fotógrafo enamorado de su figura en el fondo. Ni los buzos se acercan. El Loco Marco, toda una vida bajando a los fondos, menos.

-No hay ni mariscos, hay pura arena.

El Loco Marco se ve mas preocupado de ayudar a sus compañeros a dejar a punto un bote que van a lanzar al día siguiente. Dicen que van a hacer un buen asado para inaugurarlo. La preocupación periodística por ese pedazo de concreto no se contagia a los buzos, a quienes no les importa saber quién fue exactamente la persona que la sumergió, ni el trasfondo mágico que podría tener. El Loco Marco se toca los bigotes.

-No le dan ni bola a esa cruz.

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