La recolección de algas pardas, significó durante mucho tiempo un elevado ingreso económico para decenas de pescadores atacameños. El alto precio que los mercados internacionales pagaban por el huiro, hizo que muchos hombres cambiaran de oficio. Sin embargo, esta bonanza  duró poco;  a partir del año pasado, el precio decreció  75%. Esta es la historia del auge y caída del huiro en Pan de Azúcar.

Por Sebastián Palma, desde Chañaral.

Sus ojos están abiertos detrás de la máscara. En el visor, una vieja de 3 kilos y medio se mueve en las profundidades del océano atacameño. Una rápida arponeada atraviesa el espinazo del animal y la sangre se combina con el mar de Pan de Azúcar (30 kms. de Chañaral, región de Atacama). El Nino, el buzo, guarda al moribundo pez en su chinguillo. La caza ha estado bien y ya es hora de subir al bote donde sus compañeros de pesca lo esperan para volver a la caleta. Por fin pueden apagar el sonoro y destartalado compresor de aire que pareciera explotar cada vez que se echa a correr.

El Nino es un experimentado hombre de mar. Ya a los seis años pescaba en Los Vilos, lugar donde nació. A los trece buceaba con tanque de oxigeno y hoy, con 53 años,  puede contar que ha trabajado en diferentes caletas de Chile. En la actualidad, el buzo sigue en lo suyo asentado en Pan de Azúcar, lugar donde se radicó hace veinte años.

HUIROS. Las caletas del borde costero del norte viven del producto.

“Gracias al mar he vivido en muchas costas. En la del litoral central, en Chiloé. Siempre moviéndome, buscando las mejores zonas para bucear. He recorrido muchos lugares, he estado en los paisajes más preciosos que se pueden imaginar, pero acá me quedé. Yo soy un amante de esta caleta, no cambio Pan de Azúcar por nada”, relata el Nino abriendo la conversación.

A pesar de la pasión y experiencia bajo el mar, no todo es caza submarina para el Nino, tampoco lo es para los 41 pescadores de la Caleta Pan de Azúcar. Y es que durante la última década, el huiro, se convirtió en el recurso más apetecido por muchos de los hombres de mar de la región de Atacama y cuyo valor comercial obligó a estos trabajadores a dejar de lado los anzuelos, redes, arpones y aletas.

El huiro es un alga que crece en todo el territorio nacional, su denominación es alga parda. En Atacama se extraen dos tipos de huiro: el palo y el negro. Según informa la Subsecretaria de Pesca, éstas dos variedades de alga son exportadas principalmente a China, Japón y Noruega para ser procesadas y convertirse en cosméticos, medicamentos e incluso alimento humano.

La explotación de este recurso, fue tan potente en la región que, por ejemplo, entre enero y junio de 2013, la extracción total de algas pardas superó el rango de cuota biológicamente aceptable para todo ese año. Es así, como para el primer semestre de 2013, el desembarque de huiro negro representaba el 71 % del total desembarcado el año 2012; y en el caso de huiro palo, a junio de 2013 el desembarque superó en 55 % el registro del año anterior. Tal situación, obligó a la autoridad marítima a aplicar una veda extractiva por varios meses. Terminada la veda, la recolección volvió con fuerza.

EN LA COSTA. El huiro es visto como una oportunidad para salir del paso.

Con todo, a julio de este año, la información provista a la subsecretaria del ramo por recolectores de orilla, precisó que el desembarque total de algas fue de 125,5 mil toneladas, cifra 17,1% mayor a lo registrado en el mismo periodo del año 2014.Del total nacional,  el 34,7% del huiro exportado se recolectó en Atacama**.

El Nino agrega que efectivamente a partir de 2010,  muchos de los pescadores de la provincia de Chañaral, vieron en las algas pardas una mejor oportunidad laboral. La razón: la alta valorización que llegó a tener el huiro, que bordeó los 400 pesos por kilo. Este escenario de precios, a larga se tradujo en un sueldo bastante superior al que entregaba la pesca artesanal. “Yo con el huiro alcanzaba un sueldo cercano al millón de pesos, algo bastante lejano a los 400 mil que me da la pesca normal”, precisa.

Este precio del alga, convirtió a la recolección en un trabajo muy apetecido por los pescadores de Atacama. Así lo entiende, Julio Eade*, encargado de la oficina del Servicio Nacional de Pesca (Sernapesca) en Chañaral.“En la región hay extracción de peces, crustáceos, moluscos y también de huiro.  La recolección del alga parda fue el fuerte, el huiro significó para muchos un mejor pasar económico”, relata el funcionario.

Los elevados valores del huiro, hicieron que muchos pescadores artesanales solicitaran la licencia de alguero, incluso pequeños mineros de la región decidieron cambiarse de profesión y solicitar el documento entregado por Sernapesca. Este permiso, autoriza la extracción de algas pardas, su fuerte demanda provocó que los registros colapsaran.

FILETEANDO LA MERLUZA. En Pan de Azúcar, el Nino es feliz. No quiere irse de acá.

“Los registros para recolector de algas, buzo submarino y pescador artesanal están cerrados, ya nadie más puede inscribirse. Sólo se puede solicitar la extracción de erizos y piures”, explica Eade* desde su oficina ubicada frente a la Plaza de Armas de Chañaral.

El Nino confirma esta problemática con las licencias, pero denuncia que existen irregularidades en los padrones del Sernapesca, lo que finalmente ha saturado los registros. “A nosotros nos cuesta mucho encontrar un compañero (para trabajar), porque en el Servicio no se da la autorización para extraer la mayoría de las especies. Yo puedo dar fe que esos registros están malos, si se muere un pescador o deja la profesión, sigue inscrito, no hay una limpieza de los libros. En la caleta el pescador más joven tiene 40 años, no hay renovación. Esto va a provocar que la profesión desaparezca”, asevera desde la caleta el pescador, buzo y también huirero.

EXTRACCIÓN

En la provincia de Chañaral, hay nueve plantas huireras que son administradas por medianos empresarios, los que finalmente exportan el producto. La mayoría de estas empresas se emplazan lejos de la costa, a las afueras de Chañaral, entre cerros de diferentes tonos amarillos y bajo un cielo que no ofrece nubes que tapen el quemante sol del desierto atacameño. Esta ubicación no es azarosa, la explica el proceso de secado que las algas deben tener antes de ser enviadas a los mercados internacionales. La mayoría de los pequeños huireros, lleva sus recolecciones de algas pardas a estas plantas en destartaladas camionetas de una cabina, ampliando la capacidad de carga. Estos vehículos contrastan fuertemente con las modernas 4×4 de los empresarios.

Antes de que el huiro palo y negro sea embalado y puesto en un conteiner para ser exportado hacia Europa y Asía, primero, obviamente, debe sacarse del mar. Este proceso de extracción puede ser de dos tipos: el primero consiste en recoger el alga varada cerca de la orilla y el segundo en recolectar el huiro desde las profundidades del mar, haciendo buceo, un trabajo novedoso y arriesgado, si no se tiene los conocimientos previos.

PESCADORES. En un buen mes, el Nino y su equipo lograban extraer, secar y vender cerca de diez toneladas de huiro.

En Pan de Azúcar, el Nino era uno de los pocos en practicar el segundo método. Cuando comenzó en esta actividad, se levantaba todos los días a las 6:30 dejando en la cama a una familia numerosa. Su esposa y cuatro hijos en una habitación, en otro dormitorio dos hijas más y dos nietos. El Nino entraba al mar mientras todos dormían tranquilos, seguros de que el sustento llegaría, confiados en que el padre, esposo y abuelo volvería a casa con el pan para la once, con la leche para los más chicos, con la sonrisa y ojos achinados que acompañan su rostro.

Una vez en la caleta, El Nino junto a dos compañeros de recolección desayunaban. La choca consistía en una taza de té y un pan con mantequilla. Tras la escuálida comida, los tres hombres caminaban 5 kilómetros, por quebradas costeras a una playa virgen donde extraían el huiro. Ya en el lugar, el Nino se ponía el traje de buceo, la máscara y las aletas para recoger algas en las profundidades del océano. Los peces que durante tanto tiempo capturó ya no importaban. Mientras el Nino estaba en el agua, sus compañeros acopiaban el huiro varado en las orillas.

Cuando ya no quedaba más que recoger, el equipo tendía el alga en la playa para que esta se secara y pudiese venderse más cara en las plantas. Después de desplegar el huiro, los hombres recogían el alga que ya estaba seca y la movían en carretillas aproximadamente 600 metros hacia la cima del “Cerro Colorado” como le llamaban a su zona de labores. Desde ahí, a través de una roldana, lanzaban paquetes de huiro por un cable de metal artesanal que ellos mismos tensaron rumbo a un embarcadero, que también fue fabricado artesanalmente por ellos.  En el malecón, subían los paquetes a un bote, donde trasladaban el alga hacia la caleta en un trabajo arduo y extenuante.

En un buen mes, el Nino y su equipo lograban extraer secar y vender cerca de 10 toneladas de huiro, este esfuerzo les significó un deterioro físico notorio, pero también un ingreso económico bastante mayor al que estaban acostumbrados.

“Ser alguero es un trabajo de mucho esfuerzo. Yo peso 78 kilos y cuando estaba en el alga pesaba 67, el alga significa mucho trabajo, porque brota en lugares de muy difícil acceso, sale en las partes más difíciles, porque las plantas de fácil extracción fueron arrasadas, y maniobrar bajo el agua con un huiro de varios kilos cansa el doble”, cuenta el Nino.

La bonanza económica que significó el huiro, hizo que muchas familias sin vinculación al mar, vieran en la recolección una oportunidad de mejorar su condición de vida. Una de estas familias es la que constituyen Aurora y Cristián*, o los Hippies como se les conoce en la caleta.

EN LA RECOLECCI{ON. Un Fiat Fiorino recibe las toneladas de huiros secándose.

Los Hippies, llegaron a Pan de Azúcar desde el sector minero directamente al huiro, atraídos por el buen precio que se podía obtener por una tonelada de algas pardas. La pareja, se asentó junto a sus tres hijos en la caleta donde lo recogían y secaban. Ellos además molían el producto, en maquinas que son arrendadas por las mismas plantas huireras de Chañaral. Tras picar el huiro, el valor que cobraban los Hippies aumentaba y el trabajo de los empresarios disminuía.

Mientras Cristian juega con sus niños quienes se bañan en la playa, Aurora cuenta otra parte del trabajo de un huirero

“Esta pega es súper sacrificaba, te tienes que levantar a las 6:30 para recoger las ramas, cuando hay muchas hay que quedarse hasta las 6 de la tarde recolectando y secando. Después de secar, hay que ir a una picadora en Chañaral y para usarla te cobran diez lucas por una hora. Los mismos compradores son las que arriendan estas máquinas, son muy abusivos”*, señala la mujer al tiempo que decapita una merluza y ojea los chapuzones de su esposo e hijos.

Todos esos abusos fueron soportados por los Hippies, también por el Nino y muchas personas que recogían huiro sin estar autorizados, arriesgándose a ser detenidos como lo cuenta el capitán de puerto de Chañaral, David Sierra**

“Nosotros fiscalizamos que nadie que no tenga el registro pesquero artesanal extraiga productos del mar, entre ellos, el huiro, Si encontramos a alguien que lo haga, le cursamos una citación al Juzgado por infringir la Ley de Pesca. En el huiro, estas prácticas son bastante recurrentes, cuando el precio del cobre baja y despiden gente en las pequeñas mineras. Estos desempleados ven en el huiro una oportunidad, pero cuando el cobre sube, vuelven a picar piedras”, relata Sierra

Fin de la veda en China y el regreso al origen

A mediados del año 2014, China levantó la veda a las algas pardas***. Desde esa fecha en adelante, los precios del huiro fueron disminuyendo gradualmente, llegando a valorarse tan solo en 100 pesos por kilo. Esta baja de precios, hizo que muchos de los huireros abandonaran el oficio y volvieran a sus antiguas ocupaciones. Entre ellos, el  Nino, quien se vio obligado a regresar a la caza submarina y a paralizar la remodelación de su casa, la que había empezado a raíz de su buena situación.

“Hace un año atrás todos en la caleta queríamos ser algueros y, de repente, se vino una baja que aquí no la sabemos explicar, solo los empresarios lo saben, algo de que China está saturado cosas así. Yo te hablo lo que ellos dicen, sabemos que el precio se fue al piso, te puedo decir que el valor que ahora tiene el huiro es un 80% menos. Por esta razón mucha gente que era alguera ya no lo es”, cuenta el Nino, desde la caleta, donde acaba de atracar otra vez junto a sus compañeros de pesca.

Los pescadores que lo acompañan en el bote, no son los mismos que lo escoltaron en su experiencia con las algas. Sus dos colegas huireros decidieron dejar Pan de Azúcar. Ni la pesca ni el huiro alcanzaban.“Uno de mis compañeros se fue a Talagante, creo que es ayudante de cocina allá y el otro está trabajando en la planta de revisión técnica de Chañaral. Por el precio del huiro se vieron obligados a partir, yo aquí tengo más opciones porque soy buzo, ellos no” cuenta el Nino.

Los que aún no dejan el huiro, son Aurora y Cristian*, pero ya no a los precios elevados de hace unos años. “Ahora hay que trabajar más, por el mismo dinero”, coinciden. Ellos son los últimos dos huireros de Pan de Azúcar. Eso sí, el alga es su segunda prioridad, decidieron quedarse y dedicarse la pesca, la naturaleza y el amor. No por nada le dicen los hippies.

“El huiro es nuestra segunda prioridad, primero está el pescado, después el alga. Si sube de precio, volvemos con todo. Los empresarios dicen que en diciembre va a subir, pero eso no se sabe.  Ahora nos están pagando cerca de 150 mil pesos la tonelada seca y molida, pero eso no está alcanzando, aparte para mí es más entretenida la pesca, Los niños también les encanta el mar, ellos se criaron acá, les encanta vernos pescar, con el huiro se aburren. Ahora vendemos el huiro simplemente para que no se pierda,” relata Aurora mientras sigue fileteando la merluza.

PAN DE AZÚCAR. La caleta está ubicada en el extremo norte de la región de Atacama.

Quien tiene sentimientos encontrados por volver a la pesca, es el Nino, que asegura amar la caza submarina, pero también afirma tener una responsabilidad económica, al ser el único sustento de su familia. Estabilidad que el huiro si le entregaba.

“El alga implica una carga emocional, porque es un trabajo sumamente duro. Yo llevo 47 años en el mar, y tuve que bajarme del bote lo que me costó mucho. A pesar de eso, si el huiro sube de precio vuelvo inmediatamente a la recolección. La pesca es una aventura. Uno puede salir con las mejores ganas de sacar algo, pero hay días que simplemente no pasa nada, incluso hay días que un lobo de mar te come toda la pesca  y así es muy difícil”.

-¿Crees que el huiro vuelva a subir?

-Todos dicen que el huiro subirá, pero va bajando más. Los empresarios no cuentan mucho, además está claro que las bajas de precio le afectan el pequeño productor. Si a los empresarios les bajan 100 pesos desde China, ellos nos bajan esos 100 pesos a nosotros. Los chicos siempre somos los únicos que perdemos.

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