Bastaron tres meses para que un virus desconocido diera toda la vuelta al mundo y llegara a chile. En el desierto, a 100 kilómetros de distancia de la capital comunal más cercana, la enfermedad llegó a peine, causando dos fallecimientos y una cuarentena estricta para evitar que el resto de los adultos mayores se contagiaran. A un año, la presidenta de la comunidad atacameña repasa los dos brotes que ha vivido el poblado y su paso por el hospital, luego de conocer en primera persona las consecuencias del coronavirus.

Por José Francisco Montecino 

El 31 de diciembre del 2019, la ciudad de Wuhan, en China, reportaba un virus desconocido que estaba ocasionando problemas respiratorios en la población. El 5 de enero las autoridades chinas determinaron que los brotes eran provocados por un nuevo coronavirus (bautizado posteriormente como SARS-CoV-2), y seis días después se anunciaba la primera muerte causada por éste. Para el 26 de febrero, ya había contagios en países como Japón, Tailandia, Francia, Estados Unidos, Brasil y Argentina.

El 3 de marzo, se notificó el primer caso en Chile. Para el 15 de marzo, las autoridades confirmaban los primeros dos casos de covid-19 en la región de Antofagasta, se trataban de vecinos de Calama. La enfermedad provocada por este virus llegó desde Asia a la zona en solo tres meses. Con esta rapidez de avance, en Peine veían que podría ser cuestión de tiempo para que llegara el coronavirus a su localidad. A 100 kilómetros de distancia de San Pedro de Atacama, es uno de los poblados más alejados de la provincia de El Loa.

Amanda Barrera (52), la presidenta de la comunidad atacameña de este poblado, explica que Peine está al lado de las industrias Albemarle y SQM, por lo que se ha transformado en el dormitorio de quienes trabajan en estos lugares. “En tiempos ‘normales’ (la población) ha llegado a triplicarse o cuadruplicarse por la población flotante”, dice Amanda.

Y agrega: “Uno podría pensar que, al estar tan alejado, la pandemia no debería afectar (a Peine). Pero el temor que existía era justamente esta población flotante que venía de diferentes partes de Chile. Entonces el miedo a que el contagio se propagara rápidamente o que el virus entrara rápidamente al pueblo, generó que el directorio de la comunidad tomara acciones inmediatas. Y una de esas fue el cierre del pueblo”. La dirigente del poblado cuenta que, debido a este temor, la mayoría de los pueblos de la cuenca del salar empezaron a instalar barreras y cerrar sus entradas.

“Nosotros conversamos con las empresas, contratistas y mandantes, que usaban los servicios de Peine, y les pedimos la salida, dándoles un plazo de abandono del pueblo”, dice Amanda. La urgencia, comenta, era proteger del covid-19 a los 67 adultos mayores y 76 niños que vivían en ese período en Peine.

HIERBAS. En el pueblo se repartían termos de copa-copa y rica-rica, mezcladas con eucalipto y limón.

Por esta razón, la barrera solamente podía ser atravesada por los habitantes de la localidad. “Se establecieron normas y reglamentos que permitían solo la salida en caso de emergencia. Y todo el abastecimiento lo generó la comunidad. Lo hicimos a través de pedidos que hacíamos a las empresas de productos de carne, abarrotes. Así lo hicimos”, explica la dirigente de Peine.

Sin embargo, aún con la salida de los trabajadores de las industrias colindantes, aún con el cierre total del poblado, aún cuando solo podían ingresar los mismos vecinos de pueblo, el SARS-CoV-2 llegó a Peine en mayo del 2020. Desde Wuhan a Peine, el covid-19 tardó solo cinco meses en arribar.

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Amanda Barrera no sabe cómo pasó. Cuenta que presumen que alguien salió de Peine por algún paso no habilitado y reingresó sin que nadie se percatara. “En ese tiempo se había producido en Caspana un contagio, y alguien habría salido hacia allá. Eso manejamos hasta el momento, porque teníamos un control tan resguardado”. “Se contagió la población adulto mayor. Perdimos a dos. Perdieron la vida”, comenta Amanda.

Uno de ellos, agrega, era una persona con perfecto estado de salud y lucidez. Sin embargo, no contaban con el equipamiento sanitario necesario para asistirlo: “El pueblo tenía muy malas condiciones de salud. La posta está muy mal equipada; teníamos solo una TENS que estaba en servicio, la otra estaba de vacaciones; y tampoco teníamos ambulancia. El oxígeno tampoco funcionaba muy bien”.

“No tuvimos ambulancia para transportar a esta persona, y la demora que nos significaba el pedir una y que llegara, era una pérdida de tiempo increíble”, dice la dirigente de Peine. En total, afirma Amanda, se enfermaron alrededor de 41 adultos mayores en ese brote de coronavirus. Añade que se tuvieron que equipar con oxígeno, y también contratar un profesional médico junto con otra TENS de apoyo, para hacer visitas a domicilio y atender a los enfermos.

“Teníamos el apoyo de profesional médico que es de la comunidad, que es atacameño, y una TENS que igual es de la comunidad. Tuvimos que adquirir varios equipos, para medir temperatura, oxígeno, para medir saturación. Todo eso lo tuvimos que equipar en la comunidad, y la casa de huéspedes se transformó en residencia sanitaria. Ahí es donde teníamos los aislamientos”, explica.

Además, se decidió instalar una cuarentena total obligatoria en Peine, barrera con la que solo circulaban dos personas por el pueblo con turnos de 24 horas. Ellos se encargaban de abastecer a la gente, entregando agua o alimentos. “En esa época Peine se transformó en un pueblo fantasma. Solo circulaba la camioneta de la comunidad con las dos personas que hacíamos turno las 24 horas. También recibimos el apoyo de un comunero que preparaba las hierbas que nos sirvieron muchísimo para poder recuperar a la población”, dice Amanda.

– ¿Qué hierbas usaron?
– Una mezcla de hierbas, que se dan solamente en la alta cordillera. Y que las prepara un comunero al fuego, de acuerdo con nuestras creencias. Cuando partió la pandemia, se hablaba mucho de que el eucalipto servía, que las hierbas calientes se debían mezclar con limón, y eso lo empezaron a preparar. Las hierbas que generalmente se usan son copa-copa, rica-rica, y eso lo mezclábamos con eucalipto y limón. Se hacía ese brebaje y lo repartíamos todos los días en termos a las personas que estaban afectadas de salud, que eran adultos mayores, junto con el almuerzo para cada uno de ellos. Con eso logramos recuperar a la población.

La dirigente cuenta que “en el periodo que tuvimos de pandemia, hicimos llegar cartas a la autoridad comunal, de la provincia y también de la región, para poder solucionar un poco las dificultades que se nos presentaban con la posta y los servicios de la TENS. Y, además, pedirles que nos facilitara un poco el tema permitiendo que nuestro personal médico atendiera en la misma posta; que se nos entregara la ambulancia que por años estaba comprometida a la comunidad; y que se terminara de construir una posta nueva, cuyo proyecto lleva durmiendo hace años”.

– Como presidenta de la comunidad, ¿qué sintió cuando el covid-19 entró?
– Fue un golpe. Pensábamos en la población en general que, sacando las empresas, sería la solución. Pero no falta la persona que no cree que esto era tan grave, o pensaba que arrancándose del pueblo a escondidas y volviendo no iba a pasar nada. Esa fue una lección que aprendimos en el primer brote, que no es posible controlar a toda la gente, porque no todos se mentalizan a favor del pueblo.

COMUNIDAD. Durante la pandemia el pueblo de Peine fue cerrado y se estableció una cuarentena estricta.

– ¿Cómo lo controlaron?
– Logramos salir adelante con estos abastecimientos que teníamos, las ayudas que pedimos. Obviamente la economía del pueblo se vino abajo de manera inmediata al sacar las empresas. La gente vive de los ingresos que les produce la minería no metálica, como alojamientos , servicio de alimentación , lavandería. La economía circulaba en lo que generaba la minería. Por eso necesitábamos sustento y apoyo de la comunidad, y se entregaron cajas de alimentos, artículos de aseo y sanitarios. Generamos convenio con una empresa de sanitización para todos los espacios públicos, las casas de los adultos mayores y de los contagiados. Hubo toda una planificación para salir adelante. Y logramos salir. En julio la barrera se convirtió en una de control sanitario.

Finalmente, dice Amanda, el 9 de julio se levantó la cuarentena y volvieron, un poco, a la normalidad, aunque los adultos mayores se negaron a la apertura del pueblo y que se mantuviera el control sanitario, menos estricta, pero sin dejar ingresar a turistas y personas externas.

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Amanda, sin embargo, recalca: “El segundo brote que se produce a fines de enero y principio de febrero del 2021, fue más agresivo”.

Si para el primer brote del año pasado tenían por lo menos una hipótesis de cómo el covid-19 ingresó a Peine, para el segundo ya no pudieron definir de qué forma se inició. “Justamente tuvimos un fallecimiento por causas naturales de una abuelita, y como estaba en Fase 3, se permitió el funeral de manera más normal, según las tradiciones del pueblo, donde la comunidad va a acompañar al velorio, y dura un día entero”, dice Amanda.

La dirigente confiesa que estaban tranquilos, “y quizás hay que reconocer que fuimos un poco descuidados. No podemos indicar cómo y en qué momento (empezó el rebrote), porque igual tuvimos una asamblea en esos días. Una gran parte de la población fue contagiada pero esta vez más juventud, más adultos. Entre ellos yo”.

Barrera dice que terminó en el Hospital Carlos Cisternas de Calama, y que “afortunadamente ya teníamos una ambulancia. No nueva, pero que se agradece y sirve, porque si no hubiera estado, yo no estaría contando esta historia”. Cuenta que no tuvo fiebre, pero sí molestias que atribuyó al colon. Un viernes, se dirigió a la posta donde ya estaban tomando exámenes PCR para detectar contagios de covid-19.

“Tenía tos, como que no podía respirar bien. El sábado no salí de casa porque ya me sentía mal. Tomé las hierbas con limón y me dormí. Al día siguiente ya no me podía levantar”, explica. Amanda corría doble riesgo, al tener una arritmia de base que la afectaba. Llamó a la posta, y cuenta que le dijo a la TENS: “Si no me iba a buscar ahora y no me lleva, me voy a morir”.

La dirigente recuerda que no podía moverse, porque todo le quitaba el aliento. Llamaron a la ambulancia para trasladarla de urgencia. “Me pusieron oxígeno, y con eso fue un tremendo alivio”, cuenta Barrera. Añade que “me tomaron el PCR y me trasladaron inmediatamente a Calama, al Hospital Carlos Cisternas. No recuerdo la hora en que habré llegado, pero debió ser mediodía”.

“Pensaba que no iba a sobrevivir”, dice. Comenta también que, para el primer brote, tomaron todas las medidas y no se contagió, pese a estar en contacto con los enfermos. “Esta vez había sido distinto y la variante era más agresiva. A medida que nos enterábamos sobre los enfermos del pueblo, nos dimos cuenta de que era distinto, había otros síntomas asociados, que no estaban en la primera vez”.

Cuando llegó al Carlos Cisternas, los especialistas le tomaron exámenes. Amanda dice que inmediatamente la tomó un kinesiólogo. “Creo que fue lo más acertado”, explica, y comenta que “se trata cómo uno respira o retoma esa condición respiratoria que ha perdido. Fue muy bueno. Tenía tres kinesiólogos que iban cada tres horas a hacer ejercicio. Era un proceso súper doloroso, porque no podía respirar, me quitaban el oxígeno y me hacían caminar, mientras ellos me sostenían”.

PUEBLO FANTASMA. Durante los días del covid en Peine sólo circulaba la camioneta de la comunidad con dos personas repartiendo ayuda.

Todo lo anterior le sorprendió a la dirigente. “Siempre imaginé que un profesional médico no iba a querer tocar a una persona enferma de covid-19, o tratando de hacer lo menos posible con ellos. Pero no fue así. Tenía la disposición de ellos las 24 horas, siempre estuvieron pendientes y de las secuelas que origina esto”.

Luego de cinco días internada, Amanda Barrera fue dada de alta. “Cuando salí del hospital estaba con diabetes, tenía muy alta el azúcar y me pinchaban insulina. A los tres meses se me desapareció”. Barrera también asegura que el cardiólogo le dio de alta, debido a que “la arritmia desapareció. No la tengo. Salí como nueva, aunque aún quedan molestias de circulación, pero con ejercicios se ha ido mejorando”.

–¿Cómo se recuperó de la arritmia?
–No tengo la menor idea. Sé que mucha gente estaba enviando buenas energías. Mi familia entera estaba orando por mí. Y uno en esas circunstancias se encomienda a Dios.

Respecto al segundo brote en Peine, Amanda sostiene que también hubo cuarentena y encierro, pero no con la misma organización que el 2020. “Cuando logré salir de alta, organicé con el directorio para entregar alguna ayuda a los enfermos, que ahora era población joven, entre 20 a 30 años. No hubo afectación de los adultos mayores”. Afortunadamente, el covid-19 no cobró vidas en esta ola de contagios. A fines de febrero, Peine comenzaba a salir de este nuevo rebrote. Para julio de este año, el poblado empezó a reactivarse. “No hemos tenido brotes. Han ingresado empresas, pero no en la misma cantidad que antes. Está regulado todo sanitariamente”.

– ¿Con qué se queda de la pandemia?
– Con la unión de un pueblo. Que la fe es un factor muy importante, porque es lo que mantiene, y cuando la gente siente cariño y envía buenas energías, ayuda a uno a recuperarse.

 

 

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