Si hay una imagen que puede resumir el patético presente de la Democracia Cristiana, es el alegre momento en que resuelven su lista parlamentaria con el MAS y la IC, los partidos más pequeños de lo que fue la Nueva Mayoría, que hoy ya no tiene mucho de nueva. Para qué decir de Mayoría.
Los DC no quisieron primarias. Aparte de las vaguedades que se dijeron, nadie se acuerda por qué no quisieron. Perdieron franja, perdieron visibilidad. Tampoco quisieron lista con el resto de la NM, enojados por la presencia del Partido Comunista. O ellos o nosotros, parecieron decir. La DC no entendió que, en un momento histórico donde la agenda habla de terminar con las AFP, profundizar los derechos ciudadanos y reducir la concentración de la riqueza, la Nueva Mayoría no iba a arriesgar el mínimo capital político que le queda manteniéndose indiferente y apoyar las ideas de un partido donde esos temas tienen opiniones tan tibias que es lo mismo que no dijeran nada. Por eso, optaron por “ellos”, el PC, los aparecidos.
Bueno –se dijeron- estos sacrificios son para mantener la coherencia de las ideas. Por eso Goic, por eso no pactar con el PC. Pero el haber arreglado una negociación parlamentaria con un partido como el MAS, que apoya abiertamente la “revolución” venezolana deja totalmente en letra muerta eso de mantener las ideas. Va ser gracioso cuando en la franja salgan los personajes de la DC negando el aborto, y de pronto los compañeros de lista apoyándolo de forma libre. El MAS y la IC juntaron, en las últimas elecciones para la Cámara de Diputados, apenas 45.668 votos. Menos mal que ya no hay binominal. En ese escenario, la DC habría desaparecido totalmente.
En los sesenta, la Democracia Cristiana logró que un millón de chilenos marcharan hacia Santiago (“la Patria Joven”) para llevar a Frei Montalva al poder. En los 70, fueron la oposición a Allende que desembocó en aviones bombardeando La Moneda, los militares asolando el país y la masa encefálica del Presidente adherida a las paredes del palacio de gobierno. Después, con Pinochet, no les quedó otra que sumarse a la transición pacífica y pactada. La DC, para el dictador, era la oposición más cómoda para él. Así lo vimos en los gobiernos de Aylwin y Frei, donde agacharon la cabeza y compartieron alegres cócteles con un tipejo que debió haber sido fusilado apenas nació la democracia.
Ya en esa época no se sabía qué era –en el mayor concepto del conector ‘era’- la DC. ¿Qué es hoy? ¿Qué querrá decir? ¿Llamarse de centro puede tener algún sustento ideológico, o práctico siquiera, en una época donde los problemas nacionales lo que menos necesita son moderaciones vacías? ¿Qué les puede decir un partido así a los jubilados, a los homosexuales que no pueden casarse? En dos décadas no hicieron absolutamente nada por ellos. Quizás no les dirían nada, o les llenarían la cartilla con varios “tal vez”. A lo mejor en los noventa y parte de los 2000 era medio válido (para ellos, al menos), un partido encantado con la democracia de los acuerdos, pero en el 2017 eso ya no sirve.
Así como el Partido Conservador, entelequia del siglo XIX, se disolvió para que surgiera la Falange, ella se deshizo para que saliera la entonces renovada DC. Hoy, ellos mismos debieran obedecer al mandato de los tiempos, y retirarse con dignidad.

Laca Mita.

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