Dejar la bicicleta afuera de la reja Bush in Action junio 11, 2022 Editorial 810 Sería tonto decir que Chile está hecho un polvorín y que la gente no puede andar tranquila por las calles como si anduvieran apuñalando por deporte, pero es más torpe taparse los ojos a propósito y -so pretexto de quizás no herir sensibilidades- no alarmarse por la cantidad de situaciones que han ocurrido y que antes no veíamos. Está bien. Desde que tenemos uso de razón, los mayores repetían en sus aburridas conversaciones de domingo “que la cosa está tan mala” y “que antes todo era mejor”, comentando un asalto en la tele como si nunca ocurrieran asaltos. Pero si antes nos escandalizaba ver a un tipo robándole los aros a una mujer para correr despavorito por Ahumada, ahora la sección policial de los medios abunda de noticias como pistoleros en el centro asesinando una periodista, secuestros y asesinatos por plata, escolares golpeándose porque sí (y algunos armados), la ministra del Interior siendo recibida a balazos, Llaitul llamando a la resistencia armada, bots de derecha pidiendo un golpe… Sin embargo, comparando las cifras de los delitos, los números han bajado. Si en 2020 hubo 40 homicidios en la región de Antofagasta, en 2021 fueron 21. Pero los casos policiales de porte de armas pasaron de 266 a 349; los de amenazas, de 4.062 a 4.600. La pandemia puede ser un factor importante para analizar este fenómeno, pero pareciera que la gente salió y empezó a buscar una razón para hacer daño. La normalización de la violencia también es culpa del excesivo protagonismo que le han dado a los tipos que opinan desde Santiago para dar sus soluciones al problema. Mucho joven ABC1 (y que se avergüenza de serlo) que viene llegando del extranjero o que ha estudiado la violencia desde la comodidad de la sala de clases de una universidad, repitiendo la majadería de que el problema de la delincuencia es estructural, que tiene un origen en la desigualdad y otros etcéteras, para luego quedarse en la teoría y ahí diluirse hasta que por fin se acaben sus cuatro años sentado en una oficina. Como si de magia se tratara, pretender que el diálogo sea un mantra absoluto que va a solucionar todos los problemas, es nuevamente negarse al sentido común. Tanto el intelectual buenista que postea desde su depa que esto se arregla conversando, como la señora que entrevista Chilevisión por la mañana asustada porque en su calle se agarran a balazos, ven el problema desde sus propias subjetividades. Pero aunque la señora vive eso todos los días, lamentablemente, el joven de latte vainilla y atrapasueños en su puerta tendrá más poder de decisión. Hasta ahora, medio mundo tiene una receta para enfrentar la situación pero el cotorrerío se desentiende cuando tiene que hacer algo. El decir que terrible todo, pero cuya única reacción cuando ve que su prójimo se agarra a piedrazos con el otro es tomar el celular y grabar. El simpático dejar hacer. Laca Mita Hacer Comentario Cancelar Respuesta Su dirección de correo electrónico no será publicada.ComentarioNombre* Email* Sitio Web