A dos décadas desde que su demo se transformara en un ícono del indie nacional, la banda santiaguina se ha despedido, disuelto y suspendido varias veces, pero su público, hoy ya adulto, los sigue pidiendo. Así fueron montando un colectivo de integrantes que siguen de gira continuando una historia que nació en los años de descarga por Ares y que sigue motivando a muchos a sacar del clóset la vieja polera negra de Green Day.

Por Estanislao Gonzales

“Oye, súbele un poco más a mi voz…”

La última tocata que hizo retornar otra vez a Fakie hasta Antofagasta es un verdadero simulacro de 2004. Son las seis de la tarde, y mientras dentro del gimnasio está la banda probando sonido frente a los técnicos y un par de personas que corchetean una fotocopia que anuncia el valor de 3 mil pesos para las cervezas, afuera se juntan los mismos ex adolescentes que quince años atrás escuchaban 500 kilómetros al norte en su discman o, si había plata, en un pendrive de 128 MB con audífonos prestados, patinando por los pasajes en su tabla de skate.

En la vereda se ven las mismas converse, pantalón pitillo, pircings y lata de becker en la mano reviviendo, aunque sea por dos horas, la candidez de una juventud sin mayores responsabilidades. La tocata también tiene algo de esa improvisación de esos vaciles adolescentes de mediados de los 2000: un cable no funciona, la voz de Alejandro Vásquez (38) se pierde y el sonidista pide tiempo para ir a buscar uno a su casa.

Han dormido poco: apenas unas horas antes se bajaron del bus que los trajo de Iquique, después tienen fechas en Santiago y posteriormente el avión llevará a Alejandro Vásquez con destino Arica. Vásquez es el único que se dedica exclusivamente al proyecto y por eso va haciendo shows en acústico cuando el resto no puede o si no es tan rentable llevarlos a todos.

PRUEBA DE SONIDO. Además de sus clásicos, Fakie tocó algo de “Crepusculario”, su disco de estudio.

El Fakie de 2022 suena tan parecido como al Fakie de los años de discman, pero quienes tocan Ya son las 4 o Viernes de nuevo no son siempre los mismos, sino más bien un colectivo de diez personas que se van intercalando cuando otro tiene cosas que hacer. Todos ya manejan a la perfección lo que se tocará. Basta que Carlos Caviedes, baterista, haga un par de sonidos con las baquetas para que la banda suene parejo y echando a andar esa máquina de recuerdos. Alejandro tiene disponibles cuatro guitarras, dos baterías, dos bajistas y, de vez en cuando, un sintetizador.

– ¿Y si tú faltas?
– No, ahí no. Es que desde que empezamos yo he sido el que levanté la banda desde siempre, el que hace las canciones, el que hace las letras, el que decide qué canciones vamos a lanzar, decide las carátulas, los a ches, los eventos, todo siempre he sido yo cachai, entonces naturalmente ha sido así y es la realidad de la banda.
– En 2017 ustedes hicieron una tocata de despedida en el Club Chocolate. ¿Qué pasó en el intertanto?
– Hemos tenido varios quiebres, como tres en la historia de Fakie, y siempre nos dan ganas de volver a tocar. Es como lo que más nos gusta hacer, entonces como la gente también lo pide, si sumas esas dos cosas de que a la gente todavía le gusta la banda, todavía le gustan las canciones y sumado a que nosotros independiente de la edad todavía nos gusta seguir haciendo música y haciendo cosas, entonces esas son razones por las cuales nosotros hemos seguido haciendo lo que estamos haciendo.
– ¿Pero por qué los quiebres?
–Básicamente porque éramos como cabros chicos. Yo me peleaba mucho con los cabros antiguamente porque yo me lo tomaba como una pega, como un trabajo, y la banda se lo tomaba como un hobby solamente, cachai. La mayoría de los quiebres eran básicamente porque yo mandaba todo a la cresta, porque sentía que en la banda no estaban como alineados con los mismos objetivos, las mismas metas, entonces eso hacía que nos peleáramos por tonteras y al nal decidíamos hacer pausas o recesos, cosas así. Eso pasaba antiguamente, ahora no porque como somos un colectivo, no hay una banda cerrada.

PERO OLVIDA TODO

Aunque Fakie lanzó discos de estudio, las canciones que le hicieron un nombre en el incipiente circuito indie de principios de década salieron de su Demo (2002), un EP de ocho temas sin mucha calidad técnica que fue circulando en las plataformas de contenido compartido como Ares, Kazaa o Audiogalaxy. Una bola de nieve que dependía de mantener todo el día prendido el computador para que alguien del otro lado de la pantalla pudiera ir bajando canción por canción. Letras que hablaban de la ilusión de los primeros amores, las ganas de salir a pasarla bien con los amigos, las contradicciones de las puertas de la adultez.

– Yo me siento como un pendejo de 18, honestamente –dice Alejandro–. No ha cambiado mi forma de pensar ni mi forma de ser. No tengo esposa, no tengo responsabilidades tan grandes y soy más rebelde que la conchesumadre. Entonces no ha cambiado mi forma de pensar mucho desde los 15 hasta ahora, sigo pensando las mismas cosas. Obviamente ha cambiado mi mente, pero sigo haciendo letras con respecto a las mismas temáticas, pero claramente uno tiene que hacer lo que le guste. Yo creo que la clave para que las cosas resulten es hacer las cosas para ti y que te gusten a ti.

1.300 KILÓMETROS AL NORTE. La gira que los trajo al norte implicó largas horas en bus desde y hacia Iquique.

– ¿Y te gusta a la primera tu propia canción? ¿O cuántas cosas desechas antes?
– Uno tiene una idea de cómo es la canción o como la quieres, pero cuando uno graba, recién ahí tu tienes un feedback para saber si te gusta la canción. Hay temas que tu pensai que no le van a gustar a nadie y al nal terminan siendo más conocidos que como tú pensabas.
– ¿Por ejemplo?
– El Demo completo de Fakie. Nosotros no pensábamos que nos iba a ir tan bien.
– ¿A dónde está apuntando Fakie ahora?
– Gracias a Dios los temas que hicimos durante esa época trascendieron en el tiempo, porque si no hubieran trascendido no estaríamos acá cachai, estaríamos tratando de crear canciones nuevas para que nos vaya mejor. Pero como esos temas a la gente todavía les gusta, nos da la posibilidad de seguir haciendo eventos como lo estamos haciendo. Aparte de eso, estamos con la motivación de empezar a grabar nuestras canciones nuevas.

Los nuevos trabajos de Fakie son singles que están aún en etapa de maqueta, voz y guitarra base. Aún no están cerrados los temas en composición, arreglos, en darle ese sonido característico del hardcore melódico de los 2000. El público también evoluciona. Los treinteañeros igual están llevando a sus hijos, ahora adolescentes, a escuchar las canciones que ellos recibieron como herencia de una generación. A veces suelen tocar con otros grupos del ambiente como SIA o No Shame, completando la banda sonora de una época que parece ya lejana.

LOSPRIMEROSAÑOS. Alejandro y Jorge Ramírez se conocieron en el colegio La Salle de La Reina. Después fueron formando el elenco original de Fakie.

 

–Los bikers igual se van traspasandola música igual– apunta Luis Arancibia, guitarrista– No van a salir a andar en skate escuchando a Daddy Yankee. O juegan al Tony Hawk, escuchan Millencolin y se van pasando el estilo.

Cuando ya empiezan a sonar las primeras bandas invitadas –un tributo a Panda entre ellos–, alguien termina de darle un último sorbo a una lata de cerveza ya media tibia y entra a saltar y moshear en el piso de cerámica antes de que llegue el lunes a ponerse camisa. La banda igual. Uno es dentista, otro tiene un restorán, hay un profesor de música y un ingeniero civil. Pero por esta noche son Fakie, el espíritu vivo de liceanos tardíos que no tienen intención, por ahora, de decir Buenas noches, hasta siempre.

 

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