El derecho al uso del micrófono se compra en un espacio para desatarse, declarar el amor, el desamor, la frustración, la alegría y la tristeza con la voz. Espacio que no pierde rating en el público antofagastino de todas las edades. Todos, auténticos karakoristas, flaites, universitarios y fanáticos de esta forma de entretenerse nos cuenta qué piensan del karaoke.

Por Bryan Saavedra y María José Parker.

El fondo del mojito está tibio, se nota al degustarlo mientras enormes parlantes –a todo volumen- ubicados al final del pub Studio 226 desatan gritos entre las conversaciones. Una señora de unos 40 y su pareja, un hombre de rulos de la misma edad, aplauden contra la madera de la mesa mirando allá y acá. Parecen avergonzados por no saber la letra de la canción de un tema.

En las mesas más cercanas al escenario, ubicado en la entrada, el público canta más y aplauden al final de cada canción entonada por el Dúo Aura, conformado por Pablo Rodríguez Villalón (43) y Claudia Tapia Daniel (51): animadores de la noche.

CON EL SCHOP EN LA MANO. Los DJ reciben, en papelitos, las canciones que quieren los asistentes al karaoke.

Programando los temas en un computador y motivando al resto con sus voces “calientan” el ambiente mientras los garzones dejan papeles y un lápiz en las mesas, en los que la gente anota las canciones con las que subirán al escenario a cantar sobre una pista.

El dúo está decorado por luces de todo tipo y pantallas con letras que se van pintando a medida que avanzan los segundos. Cerca de la medianoche bajan del escenario con la sensación de la misión cumplida: motivar a los demás a cantar después que sonó «Dame» de Luis Miguel, el repetido «Trátame Suavemente» de Soda Stereo y un par más de Yuri y Pandora.

Cerrando el ciclo del escenario conquistado con la voz, la dueña de casa, madre de tres hijos, directora de un coro de tercera edad, ex cantante de música clásica (solista soprano) por más de 15 años en la UCN y luego cantante popular, Claudia Tapia, despide algunas repentinas amistades creadas esa misma noche para hablarnos sobre la vida del karaoke y de cantante.

Le decimos que el volumen de la música no dejaba conversar. Y responde que llegaron con Pablo hace dos semanas al Studio 226, donde no cuentan con retorno en el escenario, luego de ir “saltando” de pub en pub que han cerrado por ruidos molestos, ya que la música popular “es lo que deja” y que no todos los pubs están acondicionados para presentaciones. Pero que, pese a ello, un buen karaoke va de la mano con una buena animación.

-Es vital la animación, porque la persona va a un pub a entretenerse y tú tienes que motivarla. La persona generalmente es retraída, no siempre la gente tiene la misma gallardía para poder enfrentarlo y uno tiene que darse cuenta de eso en el público y atacar eso para lograrlo, o sea hacerles salir el “yo interno” se podría decir- cuenta Claudia Tapia afuera del pub.

JOSEFA. El karaoke de calle Copiapó está orientado a un público mayor. Sus temas, hasta donde vimos, eran canciones de los 80-90’s.

La mujer revela que lleva 23 años cantando y que aún se pone nerviosa antes de subir al escenario, ya que todas las noches el público es distinto. Sin embargo, dice que antes de llegar a esto estudió los pubs fijándose en las personas y en los animadores. Preparación que resultó fructífera.

-Hay muchos animadores que caen en la vulgaridad para poder llegar al público, pero no es necesario. Yo creo que ahí está el plus para poder abarcar a todo tipo de gente o sino vas a llegar a un solo grupo- dice.

«Piel de Ángel», “El Sol No Regresa”, “Hacer El Amor con Otro” son las que siempre le piden al Dúo Aura que funciona hace 22 años en Antofagasta, aunque también han trabajado en casinos de Arica, Calama y otras ciudades manteniendo la técnica vocal.

-Ahora estoy un poco resfriada porque ayer fui a cantar a la minera Guanaco al interior de Taltal, entonces el polvillo me afectó y es una alergia, no es un resfrío. Entonces cuando uno tiene técnica puede cantar, sino hubiera tenido no hubiese podido cantar hoy, porque son canciones altas y es el tono original- relata.

Por eso se toca el estómago diciendo que hay que sacar la voz desde ahí y no desde la garganta para no quedar con ronquera, que es lo común que nota cuando una persona no sabe cantar, pese a tener un gran ego que aflora en los escenarios de karaoke, donde ha visto gente molestarse con otras que dejan la vara alta antes de su turno.

-¡Como! ¿El público de los karaokes es vanidoso?

-Sí, generalmente los karakorista son así: personas que vienen sólo a hacer eso, hay personas que son especialistas en eso y se pasean por los locales donde hay karaoke.

-¿Qué crees que buscan?

-Ser connotados como cantantes, salir de la parte karaoke y cantar ya como un cantante local.

-¿Crees que en la música, a nivel de dedicación profesional, predominan los hombres sobre la mujer? 

CLAUDIA TAPIA. La mujer lleva años cantando en los karaokes, y dice que la voz sale del estómago.

-Acá en Antofagasta sí, hay más varones que mujeres cantando, ¿y sabes porque llegan más?, así vilmente diciéndolo muchos van por lo que les den, las mujeres no van por lo que les den. O sea, me refiero a que un cantante puede ir de repente porque le dan trago y dice: “Ya hagámoslo por menos lucas”, pero por trago, así care raja. La mujer no va a ir por eso, la mujer en ese sentido es más recatada. Las cantantes que conozco del nivel local no lo hacen.

TODOS A CANTAR

“Por mucho que pasen los años de largo en su vida, su vida/Y te voy a escribir la canción más bonita del mundo y voy a capturar nuestra historia en tan solo un segundo”, suena la música afuera del pub Tribut de la costanera de Antofagasta.

Adentro, al igual que en mucha juventud, se encuentra un público más aspiracional a nivel del estereotipo predominante, el cual se distingue del que había en Studio 226. Es decir, de corte más universitario o “egresados”, previo a los 30 años.

Sonrisas de garzones y pantallas en las paredes dan la bienvenida a un lugar donde suenan canciones conocidas tan bien respaldadas por la alegría de todos, con la única diferencia de que acá se canta desde la mesa en lugar de un escenario.

Claramente alguien acá no puede llegar y pedir cantar “Mano Dura Pinochet” o el “Venceremos”, porque el mismo target presente y gente en “conquista” no lo va a permitir por la violencia moral que desataría tal escena, ya que -en el caso de los karaokes- no hay mucho espacio para la política o bien todo es muy acuoso y demócrata cristiano en cierta medida, porque difícilmente alguien va a tomar la misión de concientizar al resto en estos ambientes. No, no dan para eso, pese a que vayan personas con la bandera del bien común o que defiendan el modelo actual. Todo eso no corre en esta zona neutral de la entretención de la sociedad.

En el tercer piso Paula Letelier (31) apoya a las personas de su mesa, donde hay dos micrófonos en uso (un karaoke múltiple). Ella canta y gesticula usando un air microphone y luego su cerveza como amplificadora de su voz. Se le ve feliz, al igual que a su grupo de amigos conformado por profesores (igual que ella), mineros y asistentes sociales.

La morena de baja estatura lleva puestos lentes ópticos y una chaqueta de cuero, tenida adecuada para estas andanzas a las que acostumbra asistir para salir un momento de la vida cotidiana. Le contamos que la vimos cantando con un air micrófono, nos cuenta:

-Claro eso es lo que ocurre, no hay como muchos micrófonos y cuando te toca el karaoke, porque te inscribes en un papel y tú puedes cantar, pero independiente de eso uno canta igual apoyando al que está cantando. Entonces no es tan relevante, todos cantamos igual.

Paula nos cuenta que el público más motivado generalmente son las mujeres, quienes siempre cantan canciones de desamor, a diferencia de los hombres que prefieren el rock o a las cumbias.

 

TRIBUT. En este karaoke asisten regularmente jóvenes de entre veinte y treinta años.

-Siempre cantan más mujeres, porque siento que son más sueltas, más libres para expresar sus sentimientos y emociones. Los hombres se retraen un poco, les cuesta un poquito más eso, soltarse- cuenta Paula.

-Nos contaste que vienes harto a karaokes, ¿qué consejo le puedes dar a las personas que están en sus casas y desean probar un karaoke?

-Las personas lo pueden ver como que es un lugar de venir a tomar, a emborracharse, pero aparte de eso es un momento de relajo en el que puedes expresar tus emociones y tus amigos también. Y eso libera mucho, puede ayudar mucho a la depresión y a personas que no se sienten bien.

HISTORIA Y KARAOKE

Con un escenario ubicado al medio del local, Josefa es el lugar indicado para que las personas más adultas puedan liberarse con el canto. Llegamos cuando ya está desatada una fiesta noventera y tipos bailando desenfrenadamente. ¡Pum!, cae una mujer a piso y todos se mueren de la risa. “Me gusta venir acá, porque puedo bailar de la forma que yo quiera”, nos dice a la pasada un hombre.

Antes de esta fiesta las almas se deleitaron con el karaoke, entre ellas la de Arturo Opazo (69), empresario que hace siete años frecuentan el pub. Cuenta que el 90% viene a cantar y la música es de lo más variada posible, pese a que va gente más adulta, pasados los 40 años.

-Aquí se respeta a la gente que canta si lo hace bien o mal. Se le aplaude y si canta feo se le aplaude más. Es diferente a otros locales en que se le pifia o le ponen su trompeta, vaya a saber qué hacen en otros locales, pero acá no- dice Arturo.

AMO LOS NOVENTA. Hasta altas horas de la madrugada, los asistentes al Josefa disfrutan de la música.

Y relata que prefiere improvisar en lugar de venir con una idea concebida, ya que conoce muchas canciones y cómo cantarlas: “Canto hermoso, supongo que canto bien”, dice riéndose y aclarando que acá no hay competencia de egos y todo es armonioso y tranquilo.

-El karaoke lo inventaron los japoneses para sacarse el estrés. Así que si la gente viene a cantar es porque se saca el estrés, se desinhibe a la vez y acá hay un escenario para cantar, no cantan en las mesas. Acá el que quiere cantar tiene que levantarse y hacerlo al frente de todos.

Luego de vencer los temores y los nervios todos terminan la noche de karaoke en Antofagasta, un panorama que se mantiene atractivo y permite la expresión de cualquiera, que busque lo que busque recibirá un buen aplauso por mostrarnos su voz y quizás hasta consiga un pasaje hacia una carrera musical.

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