Aún no tienen nombre, pero por ahora se hacen llamar “Las Marmotas”. En María Elena, comuna del desierto donde no viven más de 350 adolescentes, solo existe una banda de rock, que nació al alero de un profesor de música que los reunió. Sin embargo, aunque los entusiasma juntarse para tocar temas de los Guns n’ Roses o de Queen, inevitablemente cuando salgan de cuarto medio deberán separarse para que cada uno se vaya a estudiar o trabajar en las ciudades grandes. La única banda del pueblo es una carrera contra el reloj de la vida.

Por Ignacio Araya, desde María Elena

Para quienes no conocen el desierto, pareciera ser casi heroico vivir en María Elena. Como si todo le jugara en contra para su existencia. El clima, por ejemplo. En esta comuna está comprobado, científicamente, que está el punto más árido del planeta. O la población. En el 2002 vivían 7.530 personas y en el último censo se contaron 6.457. O su estatus legal, otro ejemplo. Todas las calles y casas pertenecen a la minera SQM y es ella quien termina decidiendo quien vive en el pueblo o no. Y si antes se rodeaba de campamentos salitreros como Pedro de Valdivia, Coya Sur o Vergara, hoy en ellos solo vive el polvo.

María Elena se quedó sola en la mitad del desierto y pareciera que también sus casas lo estuvieran a mediodía. Nadie se atrevería a salir a correr o a recibir el sol que quema en el reseco desierto a esta hora. Unos cuantos aprovechan la poca sombra que puede ofrecer el mercado, o bajo un pimiento en la plaza del último campamento salitrero del mundo. Vida en el desierto.

LA BANDA. Los eleninos deben ir a Iquique o a Calama para conseguir instrumentos.

Pero se escucha música a lo lejos, y sale del Terraza Loft, uno de los lugares donde tomar una bebida o pedir algo para comer. En el patio, cinco jóvenes del liceo técnico-profesional María Elena están con instrumentos en mano, tocando rock. Kyara Monárdez toma el micrófono y empieza a cantar el clásico “Sweet child of mine” de los Guns n’ Roses.

Todos van en segundo medio, excepto Johan Lizana, que va en tercero. En el escenario están, además de ellos, Asiel Gajardo, Jorge Munizaga y el guitarrista, Hans Aenishanslins. A unos les gusta más el metal, a otros el pop e incluso el reggaeton, pero desde hace cinco meses se juntaron y hoy soy una banda de rock.

La única banda de rock del pueblo.

GUITARRAS EN EL DESIERTO

La idea salió en una clase de música del profesor Víctor Lazo. Hacer música en María Elena no es fácil, porque acá no venden instrumentos. Lo más cercano es Calama, o, si alguien quiere comenzar e irse a la segura, comprar en la Zona Franca de Iquique, 300 kilómetros al norte. Por lo mismo, tener una guitarra o un bajo genera un lazo especial. Una cuerda rota y esa guitarra no se tocará hasta el próximo viaje o encomienda.

TERRAZA LOFT. Los chicos se conocen del liceo de María Elena, donde pasaron por un curso del profesor Víctor Lazo, quien los motivó en la música.

-Había que aprender a tocar el instrumento y enamorarse de la música. Y muy pocos lo lograron-, dice Kyara, la vocalista.

Hans cuenta que reemplazaron al profesor de música por otro, pero alcanzó a formar la banda antes. Como todos son del mismo curso -menos Johan-, cada uno fue por lo suyo. Al principio, sin experiencia anterior, comenzaron a tocar temas de Illapu -bien conocido en esta comuna, ya que la familia Márquez vivió en la oficina José Francisco Vergara, hoy extinta- y después se fueron a Los Prisioneros, Queen, Mago de Oz. Ese mismo proceso fue afianzando lo que querían hacer en la música.

-Todos querían tocar algo distinto. Habían niños que querían tocar cumbias, pasar el reggaeton a guitarra, a batería y todas esas cosas. Siempre hubieron opiniones distintas y por eso se decidió avanzar en lo que más le gustaba a la mayoría-, reflexiona Hans, sosteniendo su guitarra.

El mismo Hans, de hecho, es más de metal. Le gusta Metallica, Pantera, Megadeth. Pero en la banda perfectamente pueden tocar Los Bunkers y no hay problema con eso.

Mientras el guitarrista toca, su papá, Carlos Aenishanslins, lo ve desde la mesa. Cuando Hans iba en octavo le regalaron una guitarra de madera y después le compraron la que usaba su ídolo de Metallica. Pero cuando se dio cuenta que no era la apropiada para seguir el camino, la vendió y compró la semiprofesional con la que está en el escenario tocando temas de los Guns.

-No es tan simple tampoco. No todos nacemos con las habilidades, pero el profesor dijo ‘tengo cabros aquí que pueden perfectamente conformar una banda sin tener que empujarlos, porque les gusta’.

Aenishanslins hace la analogía de que en el caso de esta banda, se juntaron las piezas que estaban sueltas. Unidas, dieron lo que está sonando ahora. Y lo que sonó en las celebraciones del 21 de Mayo, en la plaza, delante de todo el pueblo. También cuando los invitaron al aniversario del liceo. Los chicos del rock elenino están comenzando a ser frecuentes por estos lados.

CALLES DE MARÍA ELENA. La comuna, parte de la provincia de Tocopilla, tiene menos habitantes que en el anterior Censo, y sigue a la baja.

CON USTEDES…

Kyara comenta que hay varias bandas en secreto en María Elena. Lo de “en secreto” no quiere decir que estén encubiertas, sino que se sabe de uno que otro joven que se junta a ensayar un par de temas. La vocalista de la banda cree que no les gusta salir a los escenarios a probar.

-Uno aquí tiene varios talentos, y no los saben aprovechar-, piensa.

Johan Lizana cuenta que está armando un estudio musical en su casa. Se juntan con un amigo y los lunes y jueves están conversando de micrófonos, cables, nombres específicos de artefactos electrónicos por donde se dará vida a la música.

El estudio estará en la pieza de Johan y está recién empezando, pero al igual que la banda, también podría quedar en la incertidumbre después de la fecha límite del cuarto medio.

-Voy a estudiar ingeniería en informática y después más adelante quiero pagar mi propia carrera, que es ingeniería en producción musical.

Jorge también parece apuntar a una ingenería. Está en la batería, dice, porque muchas veces intentó tocar guitarra y no le entraba. La batería, en cambio, le resultó fácil de aprender.

-Me gusta el tema del ritmo, la percusión.

En eso, Yadian Figueroa llega a la entrevista y se sienta. Está empezando y se dedica al teclado.

-Me dejaron un piano en la casa y puedo practicar, aunque casi nunca tengo tiempo, porque tampoco me se muchos acordes.

Pero Yadian no quiere estudiar música después de esto. Lo suyo es más el dibujo, dice. Carlos Aenishanslins cuenta que anteriormente hubo otra banda, pero cuando los jóvenes salieron de cuarto medio, uno se fue a La Serena, otro a Antofagasta.

EN LA PLAZA. No todos los miembros de Las Marmotas tiene claro lo que van a estudiar cuando salgan del colegio, pero sí asumen que todo cambiará después.

En algún momento, los seis chicos que están en el escenario van a salir de cuarto medio y tendrán que decidir si seguir haciendo música en el desierto más árido del mundo, o seguir estudios superiores. La segunda opción -lo más probable- los obligará a salir del pueblo. Porque en María Elena no hay universidades ni institutos ni nada que se le parezca, y los eleninos que se quedan es porque terminan contratados en SQM, empresa que les paga buenos sueldos, arrienda casas baratísimas y otros beneficios.

La banda tendrá que elegir, y para eso apenas queda un año y algo.

-Siempre cuando se forma algo bueno, se termina separando por el hecho de que estamos en una comuna pequeña y después buscan sus caminos de vida. Cuenta que después vuelvan a armarse- comenta Carlos.

-Por lo menos yo no me voy a quedar acá, voy a tener que irme igual- dice su hijo Hans.

Por ahora, la única banda de rock de María Elena aún no tiene nombre fijo, pero por broma se hacen llamar “Las Marmotas”. Y así seguirán al menos hasta que la educación media termine. Pero eso aún no pasa, y en la Terraza Loft del pueblo suenan fuerte las guitarras, mientras en las polvorientas y calurosas calles del pueblo pasea una que otra persona.

-El rock en la pampa no debiese terminar con esta banda, si no que es el inicio de muchas otras cosas que vendrán- dice el profesor Víctor Lazo.

En el desierto, el sonido es vida.

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