Felipe NúñezCercados por el virus Bush in Action septiembre 29, 2021 Crónicas, El Confinamiento de los Pueblos 1635 En la región de Antofagasta, las comunidades del pueblo quechua habitan principalmente la comuna de Ollagüe, la más aislada de la zona y que la pandemia dejó más lejana aún. La única ciudad para abastecerse, Calama, vivía un caos por el coronavirus y los obligó a quedarse en el pequeño pueblo donde hasta las tradiciones tuvieron que suspenderse. Por Ignacio Araya, desde Ollagüe Fue en Ascotán. Thelma Ramos, presidenta de la comunidad indígena quechua de Ollagüe, venía de vuelta desde Calama con mercadería para los adultos mayores de un pueblo cercano, el año pasado. La situación era difícil: no paraba de subir el número de muertos a causa del covid-19 y en la capital del Loa la situación fue tan grave que hasta el mismo alcalde salió a pedir al gobierno –de su mismo sector político– que cerraran de una vez el aeropuerto de El Loa, punto de entrada y salida de mineros que vienen de todas partes del país a trabajar las faenas que nunca se detuvieron. En Ollagüe, los 198 kilómetros de distancia desde ese punto de la casi frontera con Bolivia, para llegar a Calama, exigen un viaje de casi tres horas para abastecerse en los supermercados de la gran ciudad. Y en ese trayecto, entre desierto, salares y bofedales que crecen a medida que la altura geográfica es más pronunciada, la posibilidad de ver personas en el camino son pocas. Salvo el control policial de Ascotán, casi llegando. Donde las pararon. – Carabineros no nos dejó pasar. Conociéndonos, no nos dejaron ingresar y nos amenazaron con llevarnos detenidas si seguíamos insistiendo en ingresar al pueblo, porque no teníamos permiso. El permiso temporal individual, documento que la policía extiende para que las personas puedan desplazarse por zonas en cuarentena, tiene una duración de dos horas. Matemáticamente, es imposible que en ese tiempo se pueda ir a Calama, comprar en el supermercado, hacer la la, pagar, subir las cosas al auto y volver arriba con las cosas. Quizás se alcance a hacer el trayecto de ida, pero ni eso. Además, en esos tiempos había otra limitante: solo se podía usar el permiso dos veces por semana. – No se puede comprar verdura una vez al año. Nadie nos hizo un permiso en la comisaría virtual para eso- reflexiona la presidenta, sentada en su oficina de la sede de la comunidad del pueblo quechua, en el centro de Ollagüe. El área administrativa es pequeña comparada con el amplio espacio donde hoy funciona la cocinería “La Pachachita de Qhasa Wintu”, espacio donde cada diez días, parte de la comunidad trabaja haciendo almuerzos que posteriormente venderá a los funcionarios que vienen a trabajar a la zona. El menú del día es sopa de pollo de entrada; pescado con arroz de fondo, y un postre de sémola con leche. Es casi mediodía, la comida se está preparando y tres mujeres van armando el almuerzo por su camino. Una filetea pescado, otra está picando verduras. Son reducidas las posibilidades que tiene la comunidad quechua de generar dinero en una zona tan aislada donde vive tan poca gente. OLLAGÜE. Aunque en el pueblo fronterizo viven no más de 300 personas, largas las de camiones de Bolivia esperan su turno en la Aduana para pasar al lado chileno. La capital comunal ofrece pocos servicios para los visitantes, dada su lejana ubicación. Según el Censo, Ollagüe tiene la rara particularidad de tener más casas que personas: 321 habitantes versus 439 viviendas. Aunque viviera uno por cada vivienda, aún así sobrarían cien. La razón está en que a falta de liceo, supermercado, trabajo o lo que sea, muchos tienen que irse a trabajar y hacer su vida en Calama. Ollagüe nunca estuvo en cuarentena, pero en la práctica si lo estuvieron. CONTAGIOS Thelma Ramos reclama que en Ollagüe se podía palpar lo frágil de la frontera. Si bien no se podía llegar y pasar como cuando antes los turistas cruzaban la barrera, el paso de camiones de carga nunca se detuvo. Ollagüe es el principal paso por la región de Bolivia hacia Chile, seguido del aislado Hito Cajón, hacia San Pedro de Atacama, y las mercaderías siempre circularon. –Se dice que somos la frontera de Chile, que resguardamos el país, pero el país no nos resguardó a nosotros, ni a ningún pueblo hermano. Se dice que cerraron las fronteras, pero nunca lo vimos– dice Ramos. Los temores se acrecentaron cuando aparecieron los primeros contagios, dos pobladores que bajaron a Calama y subieron con el virus. Después cayeron los paramédicos del pueblo. Uno quedó grave y tuvieron que llevarlo a una clínica en Santiago. A la fecha, el Minsal ha contabilizado 37 contagiados con el covid-19. Uno de cada diez ollagüinos tuvo el virus en un pueblo cuyo hospital más cercano está a 200 kilómetros. Varias cosas se dejaron de hacer. Julia Quispe, tesorera de la comunidad indígena, explica que una de las tradiciones es que cuando fallece alguien, se vela tres días antes de sepultarlo. El coronavirus y el protocolo sanitario solo daba 90 minutos entre fallecimiento y entierro. Imposible. Las costumbres religiosas se suspendieron. – Celebramos a San Antonio de Padua, que es el patrono del pueblo; la esta de Coska, el carnaval, la ceremonia que hacemos para iniciar la cosecha… dejamos de hacer nuestras actividades que son nuestra forma de vida, dejarlas de lado. La primera actividad presencial que se pudo hacer fue el 1 de noviembre pasado, Día de Todos los Santos. “Lo que nosotros hicimos fue sanitizar el cementerio”, dice Ramos. “Ya no fue masivo como antes, pudieron entrar, dejaron su coronita, algunas cosas y de ahí se fueron a la casa. La pandemia nos ha dado un vuelco tremendo a nuestra cultura”, agrega. Para poder hacer las reuniones propias de su comunidad, los quechuas también se sumaron a la forma virtual, vía videoconferencia. Se proyecta retomar la forma presencial, pero fecha no hay aún. THELMA RAMOS. La presidenta de la comunidad quechua de Ollagüe denuncia que pese a que se anunció el cierre de fronteras, en la comuna altiplánica eso nunca se vio. EL AGUA Aparte de todas las restricciones, un extraño fenómeno ocurrió con el agua durante la pandemia. En Ollagüe no hay agua potable como tal, sino que se junta de un estanque que recibe el líquido de las vertientes ubicadas en la Quebrada del Inca, a unos también 12 kilómetros, en un alto desde donde se puede ver tanto Ollagüe como Estación Avaroa, el primer pueblo por el lado boliviano. El gran problema fue que misteriosamente la presión bajó. Tanto, que los habitantes del pueblo ven correr apenas un hilito de agua por sus llaves. Los quechuas, en su sede, tienen un sistema de bombas aparte que empuja con fuerza el agua para uso de quienes están en el lugar. Sin embargo, gran parte del pueblo debe conformarse con la mínima cantidad que sale. A veces, el servicio se corta. La municipalidad tuvo que declarar emergencia comunal por la gravedad de la situación. Eso trajo un doble problema. Primero, no se aclaraba qué estaba pasando con la presión del agua –porque el estanque estaba bueno– y segundo, ¿cómo hacer caso al lavado de manos si no hay cómo hacerlo? A eso hay que sumar el proverbial clima del pueblo. Hace dos años llegaron a marcar 20,9 grados bajo cero, poco menos de lo que se reporta en la Antártica. Las temperaturas en invierno sobrepasan largamente el punto de congelamiento de agua, lo que hace que las cañerías se congelen y no se pueda beber nada. – Al otro día, uno anda con un martillo haciendo tira el hielo– señala Julia Quispe. En la época de los ancestros, esa agua casi escarchada era la única opción viable para lavar la ropa. “Nuestras mamás se hacían tira las manos en invierno, había que dejar calentando el agua al sol todo el día”, recuerda la dirigenta. Pero ya no están los tiempos: una lavadora es más una necesidad que un lujo, pero no hay caso con el agua. Hay veces en que pasa uno, o dos días y no hay suministro. ESTANQUE. El agua viene desde una vertiente en la Quebrada del Inca, en las alturas. Y si bien se almacena en este estanque, el flujo que llega al pueblo es mínimo, por la baja presión. Al cierre de esta edición, la Dirección General de Aguas (DGA) del MOP trabajaba en la búsqueda del problema. Inicialmente, el alcalde Humberto Flores tenía la teoría de que algo estaba estrangulando la red, o que el agua se estaba filtrando al salar sin que se pudiera detectar de forma superficial. –Hay que buscar una solución más rápida porque tenemos adultos mayores que viven solos. ¿Quién los ayuda a ellos?– se pregunta Elena Achú, directora de la comunidad. Independiente de si se encuentra algo que solucione el problema de la continuidad del servicio, para los quechuas aunque no hubiera pandemia, el aislamiento es el mismo. A 200 kilómetros de Calama y a quizás unos 6 de la frontera con Bolivia, el sentimiento de sentirse desplazados no se va. Julia Quispe lo lamenta. –Somos como el escudo de Chile, pero nadie nos toma en cuenta. TRADICIONES. Varias tradiciones ancestrales tuvieron que suspenderse a la fuerza por culpa del coronavirus. Los entierros, por ejemplo. Ya no se pudo velar a los vecinos durante tres días, como era la costumbre. Hacer Comentario Cancelar Respuesta Su dirección de correo electrónico no será publicada.ComentarioNombre* Email* Sitio Web