Pese a que para muchos chilenos la dictadura de Pinochet fue dejada atrás al volver la democracia, la vida de los familiares de los ejecutados y desaparecidos políticos de Pisagua continuó en el trauma y las vejaciones. A 50 años del Golpe, aún esperan respuestas y justicia.

Por Pamela Castillo

Hace medio siglo Iquique era una ciudad pequeña. Sus habitantes se conocían y distinguían según el barrio. En 1973 las diferencias políticas se convirtieron en enemistades y al llegar la dictadura comenzó una persecución política. Miles de personas fueron secuestradas, torturadas, fusiladas y desaparecidas, muchas de ellas, en Pisagua. Todo fue observado por familiares que soportaron 50 años de silencio, vejaciones e impunidad.

Es septiembre del 73 y la localidad de Pisagua se convierte nuevamente en un campo de detención y tortura, donde se estima que fusilaron a 29 personas en dos años. Medios nacionales y regionales publican notas donde el jefe de zona de la Provincia de Tarapacá, general Carlos Forestier, informaba los nombres de los fusilados allí. A todos se les tildaba de extremistas.

En ese contexto sus seres queridos comenzaron una búsqueda incansable por saber su paradero, o al menos, tener de vuelta sus cuerpos. Lily Valencia Campos es hija de Juan Valencia Hinojosa, uno de los presos políticos de Pisagua, ejecutado el 11 de octubre de 1973. Tenía 17 años cuando los militares acusaron de “traición a la patria” a su padre, quien en los últimos días del gobierno de Salvador Allende tenía el cargo de jefe provincial de la Empresa de Comercio Agrícola en Iquique (ECA) y cumplía la misión de intervenir a los camiones para hacer frente al desabastecimiento.

Cuenta que, durante los últimos días del Gobierno de Allende, era normal ver a personas fuera de su casa propiciando insultos. Relata que los malos tratos comenzaron desde esa época en la que incluso iban a su casa a gritarles: “¡Estos comunistas nos tienen muertos de hambre!”

Cincuenta años después, con problemas de salud, Lily se hizo presente el 30 de agosto en el Museo Regional de Iquique, donde se presentó el Plan Nacional de Búsqueda de Verdad y Justicia, impulsado por el Presidente Gabriel Boric. Cuenta que su padre “alcanzó a bajar dos camiones cargados con mercadería que pasaban a Bolivia y en el Mercado Municipal hicieron el remate de ella. Él tenía un trabajo súper arduo y el comercio de Iquique le tenía rabia, porque las cosas llegaban a precios bajos (…) mi papá sabía mucho y por eso lo mataron luego, no lo dejaron declarar nada”.

Secuestros, no detenciones

Héctor Marín es presidente de la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos y Detenidos Desaparecidos de Iquique y Pisagua, AFEPI, hermano de Jorge Marín Rossel, desaparecido en manos de agentes del Estado a los 19 años en el Regimiento de Telecomunicaciones de Iquique.

“Fue secuestrado de la casa materna en presencia de nosotros, que éramos sus hermanos, todos menores de edad. El día 28 de septiembre lo secuestran, el día 29 ya era detenido desaparecido”, recuerda al iniciar el relato sobre la historia que marcó a su familia.

Tras eso la situación sólo empeoró, ya que a su hermano se le tildó de extremista fugado en los medios de comunicación. Su mamá comenzó a buscar a su hijo.

“Mi mamá siempre tenía la esperanza de encontrarlo con vida, y buscarlo le costó la vida. Fue secuestrada también, salvajemente torturada. Fuimos expulsados de nuestra ciudad solamente por pedir que entregaran el cuerpo de mi hermano”, relata Héctor.

Muchas familias, como la de Héctor Marín, sufrieron la represión de la dictadura.

Para la familia Marín la vida no fue fácil. “Fueron 17 años sistemáticos de denostarnos, de decirnos que éramos parte del comunismo internacional, que éramos anti chilenos, malnacidos, que no éramos gente de bien. Ha sido horroroso el poder demostrar que no hemos sido nada de eso”, dice Marín.

Sin embargo, poco a poco se dieron cuenta que no eran la única familia en esa labor. “Nos fuimos conociendo en los lugares de búsqueda, en el Regimiento de Telecomunicaciones, en investigaciones, en las comisarías (…). Así nos fuimos organizando de a poquito, de forma clandestina”, comenta.

Luego de eso, fueron apareciendo las y los sobrevivientes del campo de concentración, entregando sus testimonios y detalles de lo ocurrido.

La fosa 

Tras conocer los relatos de los sobrevivientes las familias realizaron querellas y comenzaron a buscar los cuerpos a un costado del Cementerio de Pisagua. Además, el juez Nelson Muñoz dio la orden de búsqueda junto a los «paleros», un grupo de voluntarios -entre ellos familiares- que con palas intentaban hallar la fosa.

“Ellos fueron clave para ubicar las fosas de Pisagua en el año 90, junto a Olaf Olmos, el arqueólogo, con Radio Iquique y el juez Nelson Muñoz”, afirma.

El 2 de junio de 1990, finalmente, lograron encontrar la fosa donde estaban algunos cuerpos de los desaparecidos. Fue ese día cuando el horror se apoderó del país y los ciudadanos pudieron observar cómo aparecieron 20 bolsas con cuerpos momificados y pruebas irrefutables de una masacre contra los detenidos. Las versiones oficiales de los militares se empezaron a disipar y la honra de los presos, y sus familiares, a surgir.

“Ninguno de ellos tenía una bala en su espalda. Tenían las balas en sus pechos. Fueron fusilados uno a uno. Estaban intactos, porque quisieron desintegrarlos y se equivocaron”, comenta Marín.

Encontraron a 19 fusilados. Entre ellos estaba Juan Valencia y Germán Palominos Lamas, hermano de Engracia Palominos, quien recuerda que el hallazgo fue una sorpresa: «Habíamos estado (buscando) anteriormente, pero no sabíamos de esta búsqueda, entonces fue realmente impresionante saber que habían encontrado unos cuerpos».

Palominos relata que, cuando supieron la noticia, se acercaron al Servicio Médico Legal de Iquique con una bandera chilena y unas velas.

«Nosotros llegamos allá y efectivamente venían los cuerpos y no sé por qué yo le decía a mi mamá: Aquí si viene mi hermano. Acá viene Germán. Y cuando van entrando los cuerpos mi madre entona el himno nacional y levanta la bandera. Todo el mundo coreó el himno nacional y entraron los cuerpos. Fue realmente emocionante y más aún, cuando apareció mi hermano», recuerda.

¿Justicia?

Pese a las irrefutables pruebas, el presidente de esos años, Patricio Aylwin, se refirió al hecho y dijo que había una “tarea ineludible de esclarecer la verdad y hacer justicia, en la medida de lo posible”; mientras que Augusto Pinochet, al ser consultado por el hallazgo en Pisagua, se limitó a decir “no tengo idea, fíjese”, caminando libre por el país.

En 2023 el gobierno realizó masivos eventos en conmemoración. El Presidente Boric visitó la fosa de Pisagua y pidió perdón a los familiares por la negligencia del Estado en términos de búsqueda.

“Ha pasado mucho tiempo, va a ser difícil, el éxito es improbable. Pero tenemos el deber moral de no dejar jamás de buscar a quienes faltan, a quienes fueron asesinados y hechos desaparecer por sus ideas y defender la libertad del hombre y la mujer de nuestra patria”, sostuvo Boric en la instancia.

Además, se realizaron múltiples homenajes a personas que estuvieron comprometidas con la búsqueda de la verdad. Entre ellos, al juez Nelson Muñoz.

Marcos Gómez, seremi (s) de Justicia y Derechos Humanos de Tarapacá menciona que “en tiempos difíciles, en el inicio del retorno a la democracia, la situación de los detenidos desaparecidos era cuestionada por muchos sectores que apoyaban a la dictadura saliente. Este acto reconoce la labor que llevó a cabo un juez como Nelson Muñoz, que no claudicó en su lucha por mostrar que esto era algo verdadero, que la crueldad estaba ahí enterrada a pesar de la negación”.

En los últimos años se abrieron casos judiciales y se ha condenado a ex militares y agentes de inteligencia por su participación en estos actos. Pocos de ellos han pisado una cárcel.

Lily Valencia considera que, pese a todo, no hubo justicia. “No parece justicia, parece un chiste, pero (es mejor eso) a nada”, dice quien vio cómo los asesinos de su padre murieron sin tener penas de cárcel.

Mientras que Engracia afirma que todavía espera justicia. «La justicia está al debe, está muy lejana. Espero que llegue antes de dejar la Tierra para poder irme tranquila de que realmente mi vida valió la pena en esta lucha de verdad y justicia», concluye.

Familiares de los ejecutados participan en actos a 50 Años del Golpe en Iquique.

 

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